Peter Draper es un ejecutivo que llegó con una excelente hoja de servicios del Manchester United y acredita muchos contactos en el mundo del fútbol. Precisamente por eso todos esperábamos algo más de esta campaña de renovación de abonos -las hemos visto mejores y más ingeniosas- lo mismo que de las negociaciones para contratar un patrocinador que no hiera sensibilidades. Argumenta el inglés que hace falta tiempo para que al departamento de márketing lleguen los resultados de todas las gestiones en marcha y puede que sea verdad, aunque si Suso García Pitarch y Pako Ayestaran pusieran la misma excusa en su parcela apañado iba el Valencia la próxima temporada. Hay una realidad, el club quiere ser sensible con los aficionados y, después de una temporada como la que hemos vivido, siente además la presión de hacerlo, aunque luego se da de frente con la otra realidad que son los números. Aquí, sin la Liga de Campeones, o el dinero viene de la televisión, o lo pone el propietario o, como antaño, hay que vender futbolistas. Algo que el aficionado pensaba que había pasado ya a la historia.

Pero año tras año ni se generan más ingresos por venta de entradas y abonos ni por acuerdos comerciales, no queda otra que apuntar a la fibra sensible del aficionado, a esa pasión que Mr. Draper vendería a precio de oro si fuera capaz de meterla en una botella. Él y cualquiera. Más allá de ese cinco por ciento de descuento por pronto pago, tiene pinta que serán Suso y Pako los que tendrán que convencer uno a uno a los indecisos a base de criterio en la confección del equipo y la elección de buenos futbolistas.

Les va a costar aguantar la presión pero la mejor decisión, aunque lógicamente no para todos, es la de incentivar a los más jóvenes y convertir esa grada de Mestalla en eso, una grada joven y de animación. Nada más.

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