En el fútbol el problema es que, cuando no se juega, se habla. Y según quién pronuncie las palabras, éstas pueden tener una mayor repercusión en el sentimiento popular. Estos días de tantas idas y venidas, con la lonja de los futbolistas echando humo, siempre pasan cosas. Por ejemplo, que Gomes se vista de blaugrana cuando parecía que lo tenía cerrado con los merengues. O que Higuaín se largue del Napoles a su rival eterno, la Juve. Ese traspaso recuerda, por su especial virulencia, al de Mijatovic al Madrid, al de Figo al mismo equipo o al de Baggio desde la Fiore a la propia Juve. Aunque no me guste que se azuze a las masas y lo de De Laurentiis roza la provocación, reconozco que todavía motiva ver que a la gente no le da igual el ‘todo vale’. En este mundo de locos, aún hay espacio para el romanticismo.

Frialdad

Hay una norma no escrita que establece el límite de lo que la afición entiende como admisible, en este mercado global. Se basa, principalmente, en el sentido común. ¿Puedes prometer lealtad eterna y emocionarte besando el escudo y luego irte por la puerta de atrás? ¿Puedes flipar con un estadio coreando tu nombre, venirte arriba y decir que te quedas y al día siguiente irte? ¿Puedes ser el icono, irte a la grada a cantar como un hincha y al día siguiente besar otro escudo? Cada vez los futbolistas se muestran más fríos, más cautos. Es lógico. Cuando rompen la barrera que separa al profesional del hincha es cuando hay más riesgos. Hay que sentir los colores muy adentro para según qué cosas. Que se lo digan a Albelda, o a Fernando, jugadores que dijeron ‘no’ a ofertas que les habrían puesto en el olimpo. Decidieron seguir vinculados a su club. Aunque de eso casi nadie se acuerda después.

Elegancia

El fútbol se ha transformado en un negocio frío. Hay, por tanto, un contrato social al modo rousseauniano, una sumisión del aficionado al sistema tal y como está montado, con base a unas normas establecidas para mitigar las consecuencias de la corrupción en las bases del sistema de juego. El estado primario, inocente, del fútbol es el concepto de nuestra infancia y del deporte de antaño, en el que tradicionalmente jugaban azules contra rojos. Ahora, cualquiera puede vestir la camiseta contraria en menos que canta un gallo. Pero es imposible pedir al ciuadano que no se encariñe de las personas. Otamendi, por ejemplo, era nuestro káiser. Pero supo irse elegantemente. Dijo lo justo, fue coherente, no tuvo salidas de tono. Y los valencianistas ya estamos acostumbrados a los desaires. Estoy seguro de que si regresara, se le recibiría con aplauso general. Hacía el saludo militar al marcar, pero no prometía amor eterno. Supo mantener el duro equilibrio entre ser profesional y apasionado.

Mínimos y máximos

Lo que pedimos los aficionados es que se dejen el alma por el club. Que sean no sólo profesionales, sino excelsos profesionales. Que no hagan el mínimo exigible, sino el máximo posible. Si además el futbolista ama el escudo y renuncia a los cantos de sirena de los clubes que marean la perdiz siempre, mejor que mejor. Pero si no es así, no me digas que me quieres si no me quieres. Yo no te pedí que me lo dijeras. Solo quería cariño, no amor. Ahora, si me lo dices y consigues que te quiera como tú dices que me quieres a mí, no me dejes tirado a la primera de cambio, y menos con el vecino. Más que nada para no cruzarme contigo en el pasillo. Por cierto, mentar el máximo posible hace que me venga a la mente Parejo. Por sus antecedentes se le va a mirar con lupa el grado de entrega, y por su excelsa calidad no se le va a dejar marchar así como así.

Montoya espadachín

Otro que está deshojando la margarita es Mustafi. El jugador no ha dicho nada, es prudente. Aunque la temporada pasada estuviera como el resto del equipo, de color gris ala de mosca, yo quiero al defensa central de la selección alemana en mi equipo. Bien acompañado, eso sí. Necesitamos un central como agua de mayo. Lo del lateral ha quedado resuelto con Montoya. Ese apellido genera buenas sinergias para la generación que vimos ‘La princesa prometida’. Esperemos que Martín clave su sable por la banda con precisión y calidad. De momento, sus declaraciones son clarividentes: que va a ir a muerte y que va a buscar su hueco en el equipo, a entregarse y a que la afición esté con él. Claro ejemplo de sabiduría y ejercicio de cariño. No dice «te quiero» porque todos sabemos que él ama al club de sus entrañas, pero avisa de que va a dar el máximo posible en su nueva vida.

Ilves

El equipo, mientras va cogiendo tono. Desconozco qué mérito tiene ganar por 1-4 a un equipo finlandés. En estas cosas ganar es lo lógico y el drama es perder. Si acaso, la noticia es que volvió a marcar Rodrigo. Albricias. A lo mejor es su año. Y así, como el Quijote, pasamos las noches de claro en claro y los días de turbio en turbio, asados de calor. Esperemos que de no dormir y escuchar declaraciones inapropiadas, como las del presidente del Nápoles o de Higuaín y su hermano, no se nos seque el cerebro. Nos distraemos con eso porque los dirigentes de nuestro club hablan poco. Pero en estos días, mejor así. Cuando no rueda la pelota, lo mejor es la prudencia. Me voy a la piscina. Au.

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