El personal anda algo desencantado con el rumbo de la gestión del club. Este ni fu ni fa, este ni ‘pa’ ti ni ‘pa’ mí y las bandadas de las altas esferas para conseguir someter a la dieta del fair play financiero al club nos tiene a punto de socarrat. Percibe el aficionado y ávido lector de prensa deportiva una cierta dualidad entre los quehaceres de la presidenta y el director deportivo y los planteamientos del dueño en la nube, por encima de dimes, diretes, nombres, caras y sentimientos. ¿Cómo afrontar esta temporada el aficionado medio? No podemos remediar lo que no depende de nosotros, evidentemente. Si vendimos a Gómes, si se va Alcácer al final o no, en fin... Sabemos cómo está el club y lo que toca este año. Pero sí podemos hacer una cosa: preocuparnos de lo que de nosotros depende. Y eso consiste, ni más ni menos, en levantar el ánimo. ¿Por qué estar de mala leche si puedes estar de buen humor? ¡Motivación!

Vacas flacas

Leemos que el número de socios baja. Que no hay alegría en la calle. Me llegan continuamente mensajes en Twitter de que el personal está de brazos caídos, asumiendo que no podemos evitar el desaguisado. Un año peregrinando fuera de Champions, incluso voces asumiendo que esto va para largo. Y para mí es, precisamente, el año que más se necesita a la afición. ¡Qué fácil era ver a tanta gente en Mestalla en los tiempos de la Copa del Rey de Ranieri! ¡Cómo flipamos con las temporadas en Champions de Cúper! ¿Qué me dicen de las Ligas de Benítez, con doblete incluído en la 2004? Ahí había colas kilométricas para ser socio. Entonces éramos lo más. Pero ¡ay, amigo!, cuando las cosas se tuercen, la grada escampa. Y con razón, ¿eh? En democracia el votante sólo tiene un modo de hablar, con los votos. Y en fútbol, el aficionado se queja silbando, o incluso dejando de asistir al estadio.

Cinco sentidos

Todo eso está muy bien. Los directivos -especialmente los de aquí, y en particular un sujeto de cuyo nombre no quiero acordarme- dejaron esto más pelao que el culo de un mandril. Sin embargo, esta temporada es para mí la más importante de la década. El cambio de propiedad y la coincidencia con una etapa de vacas flacas nos obliga más que nunca en la historia del club a estar a los pies de los caballos. Se presume una temporada mediocre, sí. Pero tenemos que estar alerta con los cinco sentidos puestos, porque una temporada no es más que un bache si somos conscientes de ello. Pero si seguimos en esta línea, si dejamos de remar, nos instalaremos irremediablemente en la mediocridad. ¿Quieren que nos pongamos a pensar en la lista interminable de clubes que se insertaron en ella? Algunos dan bandazos en la Liga, otros en categorías inferiores, muchísimos en el fútbol amateur y unos cuantos históricos acabaron enguillidos por la nada.

Repetir curso

Cuando algún colega capitalino me saca a colación las exigencias de la grada valencianista, le dejo clarinete que si no fuéramos así quizá estaríamos hablando de un caso similar al Oviedo, por ejemplo. Somos nosotros los que empujamos como animales para que los jugadores no se acomoden, para que la ciudad de la primavera eterna no les absorba, para que la calidad de vida no se les apodere. Tu equipo de fútbol es como un hijo con tendencia a la dispersión. Si el estudiante repite curso -y lo del año pasado lo podemos considerar así, un fracaso escolar en toda regla, porque en este simil el equipo es el niño- la culpa es del niño, que no ha estudiado. Eso puede pasar en muchas casas. Si el niño vuelve a repetir el mismo curso por segunda vez, a lo mejor el niño no era tan listo como desearíamos, o quizá sea culpa de los profesores, que le tienen manía, o del colegio -árbitros, club, quien sea-. Ahora bien, como el niño repita por tercera vez, la culpa es de los padres. Que no se ocupan del asunto. Sin duda. Y aquí hay dueño, presidenta y muchos cargos, pero los padres somos nosotros, los aficionados. ¿Por qué? ¡Porque el niño es nuestro!

Presencia

Hay gente que dirá: no, no, oiga, el niño es del que paga. Pero yo no lo veo así. El único amor incondicional que existe sobre la faz de la tierra es el de padres a hijos. Todos los demás amores de tu vida son condicionados. A tu tiempo, a tu situación geográfica, a tus límites innegociables... Y hay otro amor incondicional: el del aficionado al club de sus amores. Así que, Houston, tenemos un problema. Si el padre deja de creer en lo que su hijo es capaz de lograr, apaga y vámonos. El niño irá dando tumbos por la vida sin un referente. Hoy comienza nuestra Liga. El calor y las vacaciones familiares no acompañan, porque aquí el aficionado importa un bledo en las altas esferas, sólo cuenta el pay per view. Pero no nos queda otra que acudir hoy y llenar el estadio. Ya no dejan entrar el porrón y hay que beber acuarius, pero es lo que hay. Hay que animar en masa y levantar esto. Día a día, semana a semana. Hay que volver a ser de los primeros de la clase. Animando, gritando, silbando o con pañolada. Como quieran. Pero con presencia. Todo vale menos la indiferencia. Si no, el niño se nos atocina.

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