Nunca he pensado que Peter Lim ha venido al Valencia CF, como suelen decir algunos, «a llevárselos». No es una afirmación fácil de defender después de haber vendido en apenas un mes a André Gomes, Paco Alcácer y Mustafi por más de cien millones de euros, pero el fútbol funciona de otra manera. A estas alturas, si el propietario de un club pretende ganar dinero lo que ha de hacer es venderlo por más de lo que pagó por las acciones, y para conseguirlo el camino no es descapitalizarlo deportivamente deshaciéndose de los mejores futbolistas, sino todo lo contrario, hacer un gran equipo y llevarlo a competir en la élite, sobre todo pelear por títulos y por supuesto ganar alguno. Ese es el objetivo que según sus propias palabras le trajo a Valencia y eso es lo que seguimos esperando todos de él, piense o no piense vender en el futuro.

Otra cosa es que uno puede confundir el camino para alcanzar ese objetivo y lo puede hacer además de muchas maneras, elegir mal los futbolistas a fichar, pagar más de lo que valen para acabar dejándolos también en las manos equivocadas. La euforia millonaria de los primeros tiempos no le ha dado los frutos esperados y el pánico es el factor que más convulsiona los mercados. Viendo lo caros que pueden llegar a salir los errores en el fútbol hasta se entiende que haya decidido echar el freno y cambiar de estrategia, exigir a su director deportivo que busque futbolistas buenos, bonitos y baratos y a Mendes que arrime el ascua también a esta sardina, la del Valencia, y no solo a la suya. Al final, un equipo que pese a todo tiene buena pinta en manos de un entrenador que, lo asuma o no, ha de meter al Valencia otra vez en la Liga de Campeones sí o sí. De lo contrario, mal vamos.

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