Parecía difícil que el Valencia lo hiciera peor de lo que hasta ahora había mostrado. Pero ya hemos dicho aquí que para Pako nada es imposible. En Bilbao superó todos sus hasta ahora pésimos registros. Ni con un gol a favor al minuto de juego fue capaz de mostrar uno solo de los atributos de un equipo serio, organizado y capaz. No lo es. El Athletic desarboló sin contemplaciones a un juguete roto que supura problemas en cada demarcación del campo. El resultado fue corto y no refleja el abismo que separó a los dos contendientes. Menor, en todo caso, que la distancia que va de Valverde a Ayestarán.

El espejismo

Un relámpago iluminó el negrísimo cielo valencianista al poco de empezar. Montoya, de lo poco salvable ayer, hace un alarde de genio y, tras una combinación vertiginosa, Medrán abre el marcador ¿Qué más necesita Pako para embolsar un partido?, se preguntaba más de uno. Necesita ideas, nos tememos. Y no abundan en la caseta de Mestalla. Apenas necesitaron los leones cinco minutos para recuperarse del mazazo. No les fue difícil. Enfrente tuvieron once espectros que no hacían más que correr detrás del balón. Los huecos en defensa que ya se vieron frente al Betis se agrandaron, si cabe, ante un rival de mayor empaque que los sevillanos. La defensa volvió a vivir un calvario. Santos mostró la incapacidad que le reconocen hasta los niños del alevín del club. Mangala falló clamorosamente en el segundo gol de Aduriz y tuvo varios detalles escalofriantes. Y con todo, la palma de los despropósitos se las llevó un Gayà inoperante en ataque, que es lo suyo, y pésimo en defensa. Un coladero, uno más, como si el equipo pudiera sobrevivir a tantos, por el que percutieron los rojiblancos a su antojo ¿Acaso el entrenador no asiste a los entrenamientos de su equipo como para no darse cuenta de que Gayà no está en condiciones ni de jugar al ajedrez? ¿En brazos de quién nos hemos echado?

Nada es nada

Pero si los locales se plantaban en el área de Alves con la misma facilidad que el Betis el otro día era, en esencia, porque delante de esa defensa no había nada. Nada es nada. Hay entrenamientos en los que Beñat, Aduriz y compañía tienen mayor oposición que la que ayer mostraron los Pakitos. Hasta el punto que el más destacado en tareas de destrucción acabó siendo Nani, hasta que se quedó sin gasolina. El remedio a todo eso hubiera sido ponerse a jugar, pero no tuvo su día Parejo. De hecho lo tuvo tan malo como casi todos sus compañeros, lo que derivó en un patadón y tente tieso incalificable. Siendo todo ello grave, lo que lo convierte en penoso y casi patético es que los futbolistas del Valencia se lo dejaron todo en el campo. Si los vascos pegaban, los valencianos pegaban aún más fuertes. Si unos corrían, los otros corrían más. Fue un problema de todo menos de actitud. El empate del Athletic, por cierto, de cabeza de Aduriz tras centro de libre directo. Sorpresón en la Catedral.

La tómbola

A tal punto llegó el asunto que el portero local tuvo que hacer una sola intervención en todo el encuentro. Un remate a bocajarro de Rodrigo que hasta un niño de tres años habría convertido. Pero Rodrigo es al goleador lo que su entrenador al entrenador. Y con todo sigue quedando la sensación de que con alguien que de verdad sepa de este negocio ahí hay material para hacer mucho más. Todo se queda sin embargo, por mor de esa insólita desorganización, en meros chispazos. En detalles de Medrán, golpes de genio de Nani o carreras vertiginosas como pollo sin cabeza de Rodrigo que acaban marchándose por el sumidero en cuanto toca ponerse a defender algo. Lo que tiene que llevar a preguntarnos qué clase de conocimientos tácticos se exigen para obtener el título de entrenador ¿O se regalan en la tómbola? Claro que, bien visto, si como decía aquí hace unos días Vicente Linares, la quintaesencia de gran futbolista táctico para la escuela de entrenadores españoles es Mario Suárez, lo más lógico es que estemos como estamos y acabemos rezando para no estar peor.

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