Eso de que no se ha hecho nada es mentira. Sí, para volver a ser de Primera, único y obligado objetivo, falta aún mucho, pero el Levante ha conseguido en sólo siete jornadas superar el trauma del descenso, aclimatarse a la categoría, ponerse líder y de 21 puntos sumar 16, un botín que pase lo que pase no le quita nadie. Y viendo a los principales rivales, el logro es mayor. El Getafe ya ha cambiado de entrenador, el Rayo malvive en mitad de tabla y el Valladolid encadena cuatro derrotas. Al mismo tiempo, las expectativas deportivas han soterrado el desencanto social y aunque no es oro todo lo que reluce cualquiera habría firmado este inicio con los ojos cerrados.

Los momentos del mercado

Este domingo viene el Valladolid, curiosamente uno de los equipos que arrancaron el verano comiéndole a Tito y Carmelo la tostada con Guitián y Becerra. Visto con perspectiva, aquellos fueron los momentos de mayor zozobra de un proyecto que a estos dos reveses enganchó el de Jorge Molina más el fichaje de un chavalito del Fabril. El mercado empezó mal, se desarrolló mejor que bien y acabó regular con el cierre en falso sobre todo de Rafael. De ahí precisamente viene lo peor de un equipo que con Muñiz defensivamente roza la perfección pero que en ataque lo tiene todo mucho menos automatizado y más a expensas de la improvisación. Es ser quisquillosos, cierto, pero el riesgo a corto plazo, como avisaba Gabi Salinas, es el de volverse algo previsibles.

El remedio del jarabe de palo

Ahora que la titularidad de Raúl Fernández no se discute es momento para poner el dedo en la llaga de porqué no jugó en Tarragona la jornada que faltó Remiro y en la que a la postre Koke no estuvo fino en la falta del gol. Es de suponer que por mucha lesión que arrastrase a Raúl no le haría ni pizca de gracia, como no se la debe haber hecho a Remiro ahora purgar con el banquillo. Que haya competencia y que Muñiz le haya dado minutos a tantos jugadores es tremendamente positivo. Las virtudes del jarabe de palo no se discuten, pero ojo con las sobredosis.

Sarver, Tebas y los avales

Ni pizca de gracia tampoco le hizo a Tebas -eso al menos es lo que se cuenta en los mentideros de LaLiga- que el Levante al final no acabara en manos de un Robert Sarver al que había dado su bendición. Así a simple vista no hay duda de que la relación entre Tebas y el Levante es tan digna de estudio como la que mantiene con tantos otros clubes. Sin embargo, a la hora de la verdad son habas contadas las que se salen del guión. En efecto, a ver quién es el guapo que no avala.

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