El mundo del fútbol es mimético. Cuando una fórmula funciona, los clubes se ‘encabotan’ en buscar los ingredientes para copiarla sin tener en cuenta que las circunstancias, el entorno, los protagonistas, la cultura lo convierten en un imposible. Sucedió con Guardiola -¡Cuánto daño ha hecho al fútbol este señor!-. Triunfó en el Barça y muchos equipos se lanzaron a buscar a su Guardiola. Error. Sigue sucediendo en el propio Valencia, desde que Albelda y Baraja, la mejor pareja de medios centros que ha tenido el club a mis ojos, pasaron a la historia. Seguimos buscando Albeldas y Barajas y llevamos millones y millones de euros en el intento. ¡Cuánto daño -económico- han hecho al Valencia estos dos jugadores! No los busquen, porque no existen sustitutos.

Pues bien, con el Cholo Simeone, último visitante en Mestalla, ocurre lo mismo. Desde que el Atleti, de casualidad, pensó en él para relevar a Manzano, muchos equipos han intentado ponerse en manos de sus propios Simeones sin éxito. Sin ir más lejos, el Valencia con Pellegrino, Djukic o Ayestaran… Conocían el club, vivieron en él etapas gloriosas como futbolistas o preparador físico en el caso de Pako. Pero nada. Fracaso. Y, mira por dónde, con Juan Antonio Pizzi creo que el Valencia, también sin querer, había encontrado a su Cholo. El tiempo nos da una perspectiva que no tenemos en el presente, y echando la vista atrás, el Valencia del Lagarto era muy similar al Atleti actual. Un equipo compacto, que lo daba todo en el campo, engorroso, tosco… y con pegada. Que se lo digan al Barça en el Camp Nou, o al Basilea y al Sevilla en Europa League. Estoy convencido de que Pizzi habría hecho grandes cosas en el Valencia, pero la lógica Meriton se lo llevó por delante. ¡Qué difícil es esto del fútbol, collons!

Tan cerca y tan lejos

El domingo pasado salí de Mestalla con una sensación de impotencia como nunca había sentido. Hay dos teorías. La que apunta que el Valencia tuvo el partido vivo hasta el 0-2 de Gameiro y que pudo haber empatado -¡menudo logro!- si no fuera por Oblak, que detuvo el cabezazo de Mangala. Y la corriente a la que, muy a mi pesar, me sumo y que señala que el Atlético está a años luz del Valencia y que si no fuera por Diego Alves el partido habría acabado en goleada. No hubo manera de meter mano a ese equipo de guerreros que no pierden la posición, que pegan sin piedad y con bula arbitral, y que manejan el partido a su antojo. Durante apenas unos minutos con Nani entre líneas tuve la sensación de que el Valencia podía hacer daño al rival. Fin. Y pensar que hace unos años era al revés... Confiemos en que Cesare Prandelli devuelva al Valencia, al menos, a su hábitat natural, el de un equipo que pelea por estar en Europa y, porqué no, colocarse entre los cuatro mejores de la Liga.

Naturalidad

El pasado jueves en SuperMurciélago del Levante Televisión, Chema Mancha trajo de la ciudad deportiva de Paterna unas imágenes que me llamaron la atención. El segundo de Prandelli, Gabriele Pin, a instancias del propio entrenador, se llevó a Dani Parejo a un banquito delante de toda la prensa para explicarle con una libreta en mano unos movimientos tácticos. Que Prandelli haya elegido a Parejo como jugador responsable de liderar el juego me sorprende menos que la naturalidad de la escena. Desde hace años no se veía en un técnico un nulo recelo ante la prensa. Incluso el hijo del técnico, Niccoló Prandelli, llegó a instar a los periodistas a volver al campo de entrenamiento una vez finalizaran la parte de trabajo en el gimnasio, si bien el protocolo y las normas previas al entrenador italiano acabaron con los compañeros de la prensa fuera del entrene. Normalidad. Naturalidad. Conceptos perdidos, enterrados, con el paso de los años en la Ciudad Deportiva de Paterna y que Prandelli parece rescatar del olvido. Es una muy buena señal para todos. Por cierto, pudimos conocer en persona al míster el pasado martes en las instalaciones de SUPERDEPORTE y 97.7 Radio y la verdad es que me pareció una persona sensata, atenta y que tiene las ideas muy, pero que muy claras. Bona pinta. Pero como siempre, habrá que esperar. Molta sort, Claudio Cesare.

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