No, no tengamos miedo a que se abra un restaurante nuevo con el fútbol como fórmula. Los huevos a la Ronaldo o el cangrejo a la Messi no son todavía de este mundo, o al menos no los conozco. De lo que se trata aquí es de los grandes cambios que se están produciendo en el balompié mundial. Las necesidades de obtención de dinero, las reclamaciones cada vez mayores de clubes, federaciones y ligas hacen que, ahora mismo, haya un galimatías de nuevas competiciones, posibles renovaciones e invenciones o re-invenciones.

Lejos quedan los tiempos de la Mitropa Cup, la que jugaban los equipos de la Mittel Europa o de la Europa del medio, con equipos austríacos, checoeslovacos, húngaros y otros de esa zona y también lejos la famosa Copa Ibérica, pero los tiempos cambian, como cantaba Bob Dylan o Robert Zimmermann, el flamante premio Nobel de literatura.

Y sí que cambian, cuando en agosto ya se obtuvo el cambio de la nueva Liga de Campeones, con los cuatro primeros de las cuatro ligas mejor clasificados que entrarán directamente a la fase de grupos o el campeón de la Europa League, que irá también a esos grupos sin pasar por clasificación.

Pero ahora, en enero, se vislumbra un cambio en la Copa del Mundo de la FIFA, con la llegada de cuarenta o cuarenta y ocho equipos a la fase final. Esto, que ya se veía venir, parecía imposible pero la idea de FIFA de que sean varios países los organizadores, le da casi visos de realidad. Desde luego parece que no se quedará en los treinta y dos actuales sino que esos ocho o dieciséis equipos de más van a llegar sí o sí.

Y es que muchas confederaciones se sienten minusvaloradas por los cinco equipos de África o los cinco de Asia, así como el (casi) nunca clasificado de Oceanía. Se busca dar más ´mundialidad´, si se me permite el palabro, al Mundial. Hay que contentar a todas las islas oceánicas y que una de ellas, al menos, llegue seguro al campeonato (casi siempre será Nueva Zelanda, a no ser que den dos puestos). También África quiere doblar, así como Asia. Si fuera así, serían ya once o doce puestos, con lo que tendría que votarse para la ampliación a cuarenta y ocho, para que la CONCACAF o la UEFA no se vean relegados.

A mi entender, no se llegará a doblar a los gigantes africanos o asiáticos pero sí se les dará dos o tres plazas más, que permitan que (ojo al negocio) por fin China se clasifique casi siempre y que la India despierte. Esos mercados suman casi tres mil millones de personas y la FIFA quiere atraer a la fiesta del fútbol a esos espectadores y consumidores.

Ya la propia UEFA dio el paso de cambiar el formato este año 2016 a la Copa de Europa de naciones a 24 equipos, lo que es casi la mitad del continente, y uno se pregunta si ahora hace falta esas eliminatorias para llegar casi a ser la mitad... Lo más normal, y si no fuera porque es necesario jugar partidos y recaudar, sería que los mejores clasificados en el ranking fueran directamente a la fase final y que los otros se peleasen en eliminatorias directas. Pero esto es mucho pedir. También cambiará el formato de esa misma competición para el 2020, con trece ciudades en trece países diferentes.

La Copa Libertadores ha ampliado de treinta y ocho a cuarenta y cuatro el número de clasificados para los grupos finales y se piensa en que se haga la final a un solo partido, como en la Champions League, para que sea un acontecimiento mayor y que pueda hacer sombra a ésta. Miami suena como posible primer lugar, una ciudad estadounidense pero con corazón latinoamericano.

Y, otra novedad es lo que algunas ligas de países del norte de Europa quieren retomar, ya que fue una idea que se abandonó y nunca llegó a buen puerto. Pero, con el nuevo formato de la Champions League y el miedo a que se pueda crear una Liga de campeones cerrada, con los clubes más poderosos mandando, las ligas de Escocia, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Noruega y Suecia están por la labor de esa gran liga nórdica. El 21 de octubre próximo se reúne la asociación de ligas profesionales europeas (EPFL) y, quizá, este embrión pueda casi nacer.

Tenemos pues una vorágine de cambios o intentos de hacerlos, y es uno de los peajes que el fútbol moderno, globalizado y necesitado de entradas de dinero, nos depara. Mientras llegan las novedades, y ya que hablamos de futuro, volvamos al extraordinario libro de relatos del maestro Isaac Asimov, ´Los vientos del cambio´. Él no tuvo el Nobel aunque visto que Bob Dylan lo acaba de ganar, se lo mereció, a mi entender, mucho más.

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