Vaya por delante que no podemos sino condenar la acción del menor, fanático del Valencia, que lanzó la botella al campo de juego tras el último gol marcado por el Barcelona en Mestalla.

El chico está arrepentido y así lo ha hecho llegar a través de una carta y su arrepentimiento parece sincero pero debe aprender que sus acciones han de tener consecuencias y que ni aún con el nerviosismo de un enfrentamiento de fútbol y con la adrenalina que generan los minutos finales, y más aún cuando significa que el gol final hace perder a tu equipo del alma, se puede aceptar lo que hizo.

El título me vino a la cabeza ayer y es lo que parece que ocurrió entre los jugadores del Barcelona cuando cayó la botella. No es que se cayeran al suelo para protegerse, poniendo sus manos en una forma de intentar evitar impactos, sino que sus gestos eran claramente los de personas a las que algo había tocado y, además, con mucha fuerza.

Casi se asusta uno si no fuera porque estas estrategias son comunes en el mundo del fútbol y, con la experiencia, sabemos que no había sido para tanto. Pero lo que no sabíamos es que con un solo objeto pudieran caer tantos y con tanto dolor.

Estoy estos días en Madrid, en el llamado World Football Summit, y unas de las mesas redondas que se desarrolló el jueves pasado estaba formada por ex futbolistas, como el presidente de la AFE, Luis Rubiales, Bobby Barnes, su tocayo en Inglaterra, Joaquim Evangelista, el que lo hace en Portugal y Manolo Sarabia, ahora en televisión.

Estos antiguos futbolistas, hoy en la dirigencia o en el periodismo, hablaban de la ética en el fútbol y se habló de partidos amañados, de apuestas (legales o ilegales), de ayudas que se hacen en los países pobres, etc... Solo uno de ellos, Sarabia, hizo hincapié en la ética del futbolista dentro de terreno de juego y fue fundamental su aportación, aunque a mi parecer, no llegó a lo que debió.

Indicó que en el fútbol existe una ética general pero que en el deporte existe el engaño, como puede ser un dribbling, un caño, etc€ y que éste es algo no solo admitido sino también que forma parte del fútbol. Y estoy de acuerdo con eso. Luego, llevó su discurso hacia el terreno de lo que sí debía estar prohibido, como el que uno se lance al suelo fingiendo un penalti, el que pega patadas a sabiendas, etc...

Ejemplarizó con algo que le había ocurrido, en un partido en el que le rompieron los dientes pero no amonestaron al contrario que le había entrado con malas artes y le había supuesto perder dentadura, y que sin embargo, cuando protestó al árbitro, sí le sacó a él una tarjeta amarilla.

Nadie, ni él, habló sin embargo de lo que se es el comentario de esta semana, con esa bomba nuclear que tumbó a los jugadores del Barça. Parece como si ese engaño, que él debería haber incluido dentro de lo no ético, como el fingir un penalti, no forme parte de lo prohibido.

Pues sí, debía haberse hablado de ellos porque es una falta de ética absoluta. Puedo entender la picardía, que apuntaba Sarabia, y que esto forme hasta parte de los partidos pero hay que trazar una raya, que no debería pasarse y es el intento de engañar al árbitro, no para que le piten un penalti o una falta sino para que se cierre un campo, como parece que se perseguía por los jugadores barcelonistas.

¿Qué otra idea podrían tener esos futbolistas cuando se lanzaron al suelo, fingiendo que habían sido alcanzados por un objeto y simulando un dolor que no existía? Afortunadamente, el Comité de Competición ha sido inteligente y, si bien ha sancionado al Valencia, lo ha hecho con lo mínimo posible, como una pequeña multa y una advertencia de cierre.

Y también lo ha sido cuando ha dejado claro que la actitud de los barcelonistas fue casi ridícula, con ese simulacro de lo que llamo una bomba nuclear. Esto ha sido muy criticado por la prensa en Barcelona y por el propio club de la ciudad condal, pero yo hubiera llamado a los jugadores y les hubiera solicitado que pidieran perdón por sus actos exagerados. Esto es lo que debemos enviar como mensaje a los aficionados, sobre todo a los niños y adolescentes.

Quizá el menor que lanzó la botella, si hubiera tenido una educación en ese sentido hace años, con futbolistas admitiendo sus engaños, no la habría enviado al campo. Reflexionemos sobre ello y leamos el libro de José Luis Pérez Triviño, 'Ética y Deporte'. Ya sé que es algo más denso de lo que acostumbro a recomendar, pero este juego merece la pena que pensemos, a veces, algo más...

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