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El fútbol tiene muchos paralelismos con el amor. Al fin y al cabo, es una relación sentimental entre aficionado y club. El aficionado es el cónyuge fiel y el equipo, el pelandrusco de la ecuación. Uno quiere, el otro es querido. Y en las relaciones de pareja, el amor se acaba cuando muere el sentimiento de admiración por el otro. Dicho sentimiento está íntimamente relacionado, entre otros aspectos, con los objetivos y las ambiciones. Uno puede permitirse el lujo de cambiar de objetivos. De querer variar el norte en la vida. Pero hay que tener uno, el que sea. No hay nada peor que estar con alguien que se siente perdido eternamente. Se puede dudar, pero no se puede vivir en la duda permanente. Porque en ese limbo, acabas solo. Y ahí estaba cada aficionado con el Valencia CF. Hasta el sábado.

Objetivos

Lo único bueno de lo que nos está pasando es que, al menos, por fin, sabemos por qué estamos luchando. La afición lo sabe. Por eso la grada tiene ese tono color gris ala de mosca en Mestalla. Los que se ve que no lo sabían eran los dirigentes. Y quizá ni la plantilla. Esa desconexión entre ambiciones y objetivos hacía que el disco rechinara. Hace unas semanas no sabíamos si estábamos a seis de la cabeza o a cuatro del abismo. Pues nada, aclarado queda. Por hache o por be, por pitos o por flautas, volvimos a comer barro. Estamos luchando por no descender. Europa es una vieja amante de la que sólo queda el perfume seco en las viejas cartas de la cómoda. Era la más guapa, vale, pero de todos modos siempre fue más zalamera en palabras que en hechos. Ahora, al turrón, que es pelear por no hundirnos en la miseria.

Reflejos

Es curioso cómo el club es el reflejo de la ciudad. En tiempos de bonanza, de grúas, veles e vents, el equipo era un cohete. Ahora, la marcha blanquinegra coincide con la nube depresiva en la que estamos instaurados. La ciudad está de luto y el equipo es el reflejo de nuestras almas. Es curioso, porque esta meta-realidad está por encima de jugadores, directivos, agentes, grada e intenciones. Es algo más, como la materia oscura, algo que ni los científicos pueden explicar, que afecta a la gravitación de los cuerpos y que está ahí, pero nadie sabe por qué ni qué es. Esa materia oscura explica que, cuando las cosas vienen mal dadas, el factor suerte también nos traicione. Que la pelota golpee en Garay, nuestro mejor defensa, y se meta. Y que en el último instante Rico, portero sevillista, saque un tiro a bocajarro de Gayà y ponga cara de alucine porque ni él mismo da crédito.

Sistema

Por lo demás, Prandelli hizo las cosas bien. El sistema de 5-3-2 es la única salvación posible para un equipo que hace aguas, aunque un 5-4-1 sería una solución intermedia que no se contempla. Desde luego, el 4-3-3 era suicida con las fichas que tenemos. Aprovechar los carrileros para defender como espartanos y atacar como cosacos es la solución acertada, y a pesar de que no haya dado sus frutos tampoco, no hay tiempo ni jugadores para hacer más experimentos. Hay que insistir en la idea. La mala suerte es tenaz, pero contra ella sólo cabe insistir. Siqueira estuvo decente hasta que se desfondó, y Gayà fue de los mejores del equipo. Nani es intocable. Suarez, Enzo y Parejo estuvieron lo suficientemente sólidos como para que el Sevilla -que, mal que me pese decirlo, es un equipazo en estos momentos-estuviera incómodo.

Nombres

Eso sí, Rodrigo Moreno es harina de otro costal. No sé de cuál exactamente. Pero qué delantero más insípido y qué extremo desperdiciado. Al final, fue Munir quien arrojó luz con un toque exquisito, sutil, al alcance de muy pocos. Parece casual pero está lleno de intención. Su primer toque, nada más entrar. La única razón que me vale ahora mismo para que no juegue de inicio es que, por su vocación ofensiva, obliga a cambiar el nuevo sistema. Pero tampoco jugaba antes, con el 4-3-3. Pero si no cambiamos el sistema, al menos podríamos cambiar hombres. ¿Por qué no puede actuar de ´9´? Aunque no lo sea en puridad, tampoco lo es Rodrigo. El único en la plantilla que aparentemente podría ser el delantero alto que Prandelli podría desear, referente en balones aéreos y con capacidad de aguantar balón para la llegada de la segunda jugada sería... Santi Mina. Desde la grada se nos escapan tantas cosas...

Áfónicos

¿Dónde está Santi Mina? Desde el partido con el Barça está defenestrado. Injusto y duro para un chaval joven, con proyección, clase y gol. Con este jugador nos va a pasar una cosa parecida a la que nos ha sucedido con Aduriz. En este equipo, es el pan nuestro de cada temporada. Lo que está claro es que los jugadores tienen que mentalizarse de que esto o tienen que salvar ellos. No pueden perder la fe. Contra la mala suerte sólo cabe aguantar. Todo el mundo habla del gol de Garay, pero el de Pareja va mansita, da en el poste y por el mismo precio podía no haber entrado. Y la grada es esencial. La única manera de salvarse del descenso es volver a convertir Mestalla en un fortín. Animando hasta la extenuación. Tenemos que quedarnos afónicos. El domingo, contra el Málaga, por la noche, el rugido debe sentirse desde los barcos faenando en la oscuridad de alta mar.

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