Cuando se habla de un proyecto, 100 días no son casi nada, aunque en el Valencia de Peter Lim han sido suficientes para que los que iban por el mundo disfrazados de gurús de la información se hayan pegado un guarrazo que quedará en los anales del valencianismo. En poco más de tres meses el empresario de Singapur ha logrado que el club trasmita una imagen de orden y solvencia económica que uno ni recuerda en qué etapa anterior se perdió. Hasta el punto de ver ahora en las fotos con los chicos de Lim a políticos que durante el proceso de venta preferían ofertas fantasma antes que la del ´chino´, así lo conocían utilizando un tonito entre paleto y xenófobo. Nada nuevo en una clase política que se ha convertido en la vergüenza número uno de este país. El acuerdo para el pago de la deuda con el Ayuntamiento permite la existencia de un calendario real para el nuevo estadio. Por fin el aficionado puede agarrarse a una fecha, el Centenario en 2019. Un avance significativo, aunque el campo todavía quede lejos para los jueces de todo esto: los valencianistas. Hasta entonces los que promocionarán de verdad el proyecto de Lim serán, sobre todo, el entrenador y los futbolistas. Y junto a ellos, los encargados de tomar y ejecutar decisiones que influyan en el equipo: Salvo y Rufete.

Por el momento, el Valencia ha iniciado el camino de la mano de Lim con firmeza. Casi una década después Mestalla vuelve a sentir a su Valencia como un grande de la Liga. No estamos tan locos los que pensamos que se puede competir con Barça o Madrid o, al menos, vivir cerca del duopolio. Este comienzo de la aventura promete alegrías porque el club ha encontrado el secreto del éxito, la fuerza conjunta con su afición. El estadio intimida otra vez como en aquellas noches de principios de siglo. Ganar al Valencia en su casa ha vuelto a ser una misión imposible. Evidentemente, gracias a una plantilla joven, buena y ambiciosa, y a un técnico que le saca rendimiento.

Sin embargo, la senda hacia un Valencia como el de 2004 (mejor club del mundo) todavía es muy larga. Por eso, relamerse en exceso es inútil. Los sueños de los valencianistas ya no tienen freno. Mientras a los dirigentes les quedan retos exigentes por delante, como disponer de la financiación para el Nou Mestalla o aumentar ingresos con un main sponsor, Nuno y Rufete también tienen sus tareas. La primera es que el grupo dé valor al punto del Calderón ganando hoy al Depor. Pero la más importante es seguir construyendo un bloque ganador. Se confunde quien crea que ya lo tienen. Paso a paso, y de los cimientos al tejado. Otamendi es la viva imagen de Ayala, Alves recuerda a Cañizares y la experiencia de Gayà con 19 años nos asusta. El muro se ha levantado y garantiza victorias, pero a los melancólicos aún nos falta un goleador como el Piojo o un par de determinantes cracks al estilo Mendieta, Baraja o Vicente. André, Alcácer y Negredo son muy buena pólvora por explotar. Pero, de todos modos, la Champions exigirá fichar al menos un fenómeno más... y, claro, retener a Bestiamendi.