La afición del Valencia CF tiene un motivo para ser feliz, después de una eternidad el equipo, su Valencia, ha conseguido ganar tres partidos seguidos. Además, el angustioso triunfo ante el colista de la Liga aleja los peligros del descenso a diez puntos; una distancia más que suficiente, contando con la mediocridad de una competición donde, tras la disputa de 25 jornadas, sólo cinco equipos han rebasado la barrera de los 40 puntos.

Sí, pero...

«Estamos salvados», puede empezar a decir tranquilamente el seguidor valencianista, fiel en idéntica proporción que sufridor. Puede hacerlo sin miedo. En el reino de los ciegos que impera en la planta baja de la Liga, la suma de seis puntos de forma consecutiva es algo prácticamente definitivo; incluso, sin olvidar el peliagudo calendario que espera ahora a los chicos de Neville & Ayestarán.

Pedir más

«Estamos salvados». Sí, estoy de acuerdo con la frase que escuché en el salón de casa al acabar partido en el estadio Nuevo Los Cármenes. La misma que poco después entró en mi teléfono móvil. Pocos -por no decir nadie- creen que equupos como el Granada, el Levante o Las Palmas sean capaces de recortar tanto terreno a estas alturas de la película. Sin embargo, al Valencia CF de Peter Lim, al Valencia de los 200 millones en fichajes, se le debe pedir una reacción bastante más convincente.

Pobre imagen

Quizá, uno sea inconformista por naturaleza, pero me esperaba más después del 6-0 al Rapid de Viena. La pobre imagen ofrecida en Granada deja en descafeinada la reacción empezada la semana pasada entre el empuje de Mestalla, las paradas de Alves y la vuelta de la dichosa fortuna. No conviene por el bien futuro ponerse la bufanda en los ojos. El Valencia como entidad y la masa social que lo sustenta necesitan mucho más.

Se necesita

Necesitan un entrenador curtido -véase, Manuel Pellegrini- y un proyecto regenerado de su mano. Necesitan a alguien que fiche dos centrales acordes a la mejor historia del club -Ayala, Djukic, Pellegrino, Roche...-, y no uno que regale balones como si fuera un cadete. Ni tampoco necesitan un lateral que se convierta en un amigo de Isaac Success. Y sí necesitan un par de mediocentros que, cuesten 25 ó 2,5 millones, sirvan para marcar raya, controlar el juego y evitar que el último de la tabla, y hasta los comentaristas de la tele, te saquen los colores con razón.

Más artículos de opinión de Pascual Calabuig, aquí.