Quien guarde en su retina la imagen de aquel pequeño y peleón lateral del Manchester United no podrá dudar de la honradez profesional de Gary Neville. Ni siquiera de sus conocimientos después de haber compartido en los años 90 vestuario con estilistas del balón como eran el zurdo Giggs, el guapo Beckahm y el pelirrojo Scholes. Y, por encima de todos, con el maestro Ferguson. Un servidor hasta se atreve a pensar que dentro de unos añitos Gary va a ser un entrenador relevante en el fútbol británico, sobre todo, teniendo en cuenta el máster de prestigio internacional que le está brindando el Valencia de Peter Lim: Unas prácticas al mando de un grande de la mejor liga del mundo. Sin embargo, siempre llega un momento en el que favores de esta clase acaban siendo una tortura. Y ese es el estado en el que empieza a verse al inglés, un hombre superado por las dificultades, que no es capaz de dominar ni el castellano, idioma reinante en el contexto. Instrumento básico para poder comunicar. Una acción, a su vez, esencial en la tarea de cualquier técnico. Sin comunicación no hay conexión, algo tan peligroso que puede derivar en que la mayoría de un grupo deje de respetar al jefe, simple y llanamente, porque no le entiende.

Teoría y práctica

Gary Neville es un tipo sincero que, con la ayuda de un traductor excelente, deja mucho más claro a los periodistas que a los jugadores su ideario futbolístico. Tampoco es nada extraño viendo el nivel de alguno que, con la que está cayendo, es capaz de tomarse a guasa el agonizante final contra el Atlético. El ex del United comentaba ayer que «los cimientos» de un equipo son algo que él no ha construido aquí ni por asomo. «Hay que tener la portería a cero, mantener la concentración para defender bien, ese el cimiento de cualquier equipo de fútbol». Es la teoría, pero la práctica nos dice que los pupilos de Gary no han dejado ni una vez la portería a cero en la Liga desde su llegada. El problema se agrava cuando de la incomprensión táctica se pasa a la pérdida de confianza y respeto por unos cuantos elementos del grupo. Y aún puede ser peor, si el técnico no impone autoridad€ y justifica el cachondeo, como «comportamiento humano», en un banquillo profesional mientras los compañeros pierden frente a un rival histórico delante de Mestalla. Neville está verde. Muy verde. La conclusión es evidente en las vísperas de una semana que puede marcar el futuro. La afición lo tiene clarísimo, tan claro como que ya va siendo hora de que los futbolistas den un paso y salven el año con cierto honor. Ganar el Derbi es dar al valencianista una sola razón para creer en la remontada europea.

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