El periplo de Cesare Prandelli en el Valencia CF concluirá antes de que acabe 2016, uno de los años más tristes de la historia para la afición valencianista. Sólo queda que el club haga oficial la dimisión del italiano. ¿Valiente? Sí. ¿Cobarde? No. Un simple hombre de honor.

El entrenador de Brescia no es que ha sabido ver los males del Valencia. Eso lo ve cualquiera. Cualquiera con dos dedos de frente comprende que Mestalla no es escenario para competir con un equipo casi sub´23, menos todavía cuando se trata de la plantilla de un grande de la Liga que no está acostumbrado a las lides del descenso.

Lo que hay que aplaudirle al italiano es que tuviera los bemoles de denunciar en público los males del proyecto Lim, de pedirle al inversor de Singapur cuatro jugadores de más de 25 años. Días después de la cena en el país asiático, más allá del eterno y aburrido culebrón de Zaza, el Valencia parecía más preocupado en la contratación de otra promesa como el serbio Maksimovic, en negar la evidencia con la venta futura de Joao Cancelo y en su sustituto, otro joven por contrastar, que en reforzar con hombres un equipo que se desangra.

Ya era hora de que alguien por aquí se plantara y dijera basta ante el caos que significa el Valencia CF. A la larga, plantarse y denunciar los errores servirá más como solución que como huida. Quédense con lo dicho por Mario Kempes en las redes sociales. Basta ya de tragar con promesas incumplidas. Cesare ha marcado un camino. No ha tragado ni con la primera. Que aprendan los demás.

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