La pilota valenciana ofreció anoche momentos de magia, de sentimientos a flor de piel, del sentir que sólo un deporte como éste es capaz de suscitar. Genovés y Álvaro reeditaron 20 años y un día después la final del Individual de 1995, en la que Paco se retiró como campeón individual y dio paso a la figura emergente del ´bou de Faura´. El club de pilota de Massamagrell, con su presidente a la cabeza, organizó la reedición de la final. Iban a pasar dos décadas de la partida que lo cambió todo y nadie se iba a dignar a recordarlo de ninguna forma. Hasta que llegaron ellos.

El club puso las ganas, el trabajo que no se ve. El enfoque solidario del evento, a beneficio de la Asociación Nacional de Treacher Collins, una enfermedad considerada rara y que no se investiga más a fondo porque no es rentable, convenció a los protagonistas. Y así se gestó una noche mágica, en la que la nostalgia dio paso a la solidaridad. Más de 400 personas abarrotaron el minitrinquet de Massamagrell para ver si Genovés conserva la magia. Y la conserva. Un par de izquierdas, dos daus dibujados y otras tantas ´caigudes d´escala´ con la zurda lo atestiguan. En un quince disputado el recinto se vino abajo. Como también lo hizo cuando salieron los protagonistas, Genovés y Álvaro, 20 años después.

Paco sólo pudo disputar tres juegos, lo que estaba previsto. Y ya fue mucho para él. Sufrió, pero valió la pena. Por la ayuda que supone la recaudación, que seguramente sobrepasará los 6.000 euros, para la investigación de esta enfermedad, para ayudar a las personas que la padecen. Como su nieta, Empar, todavía demasiado pequeña para darse cuenta de la que armó en Massamagrell. Otro de los momentos clave fue cuando apareció en escena junto a sus padres, a los que les costaba encontrar las palabras para agradecer todo el cariño mostrado. «Se necesita mucha ayuda, es una enfermedad muy desconocida, toda ayuda es poca, pero estamos muy agradecidos para la familia de la pilota», comentó Paco, el padre, que no pudo contener las lágrimas ante la atronadora ovación cuando salieron a saludar. Empar miraba sin entender nada. No soltó ni un llanto. Algo que no lograron todos.