Traspaso, venta o cierre. Esas son los tres escenarios posibles para Pelayo, el corazón y la Catedral de la pilota valenciana, el trinquet más antiguo con actividad profesional, que es a su vez una de las instalaciones deportivas más antiguas de Europa. Arturo Tuzón, su actual trinqueter, avisó hace siete meses de su intención de pasar el testigo. Pero las negociaciones entre la sociedad interesada en relevarle y el dueño del local no han fructificado. El ultimátum lanzado esta semana por Tuzón para finales de julio ha precipitado las reacciones políticas y de los aficionados.

Pelayo es una propiedad privada que se explota en régimen de alquiler por parte de la familia Tuzón desde los años 70. La instalación data de 1868 y goza de un nivel de protección 2, lo que significa que no se puede derruir y debe ser utilizado para la práctica de la pilota valenciana. Las características del inmueble, además, hacen imposible su uso para cualquier otro fin, ya que sólo tiene una puerta de acceso que, además, no es propiedad del trinquet, sino que es una servidumbre de paso, como un pasaje. Sucede que Pelayo estaba construido antes que las fincas que ahora lo envuelven. De ahí que se hiciese el pasillo de acceso, que es público.

Por tanto, por ley y por su configuración no se puede reconvertir en un supermercado, o un parking, o cualquier otro tipo de negocio que sería mucho más rentable a corto plazo que un trinquet. Y ahí reside una de las claves de la negociación por el alquiler o la venta.

Fuentes conocedoras de las conversaciones señalan que su actual dueño, un catedrático de universidad que vive en Santander, exige un alquiler demasiado elevado. También se ha hablado de venta pero, como sucede en el supuesto anterior, el precio es inasumible para la sociedad interesada, que además tiene que hacer frente al traspaso de la licencia de actividad. Esa es otra de las claves: si se pierde la licencia en vigor, sería prácticamente imposible renovarla ya que, para hacerlo, habría que cumplir todas las exigencias de la normativa actual, lo que incrementaría el coste del traspaso porque habría que habilitar salidas de emergencia comprando otros locales, hacer un plan de evacuación en caso de incendio o habilitar accesos para minusválidos. Algo imposible dadas las condiciones actuales del trinquet.

«El dueño se cree que tiene aquí un solar que vale un potosí, pero por su nivel de protección y por la naturaleza de la construcción, esto sólo puede ser utilizado para la pilota», afirman desde una de las partes de la negociación.

El ultimátum lanzado por Arturo Tuzón para finales de julio ha provocado una cascada de reacciones por parte de los aficionados, pero también desde el ámbito polítco. Se han pronunciado al respecto el portavoz del PP en el Parlamento Europeo, Esteban González Pons, que escribió en Twitter que «evitar que desaparezca la pelota valenciana en Valencia es tarea de todos», el diputado de Juventud y Deportes en funciones, Miguel Bailach, quien escribió también en esta red social que «estoy seguro de que la Diputació de València apoyará cualquier iniciativa para salvar Pelayo y yo, como diputado en funciones y aficionado, lo haré».

También declaró que se está trabajando sobre el asunto el alcalde de Valencia, Joan Ribó, quien señaló que «tendremos que trabajar para buscar alguna salida» porque «Pelayo es una institución del deporte valenciano». Asimismo, en Compromís explicitó su apoyo a Pelayo el vicepresidente de las Corts, Enric Morera: «Tenemos que salvar Pelayo i que vuelva a ser la Catedral de la pilota valenciana, nuestro deporte nacional».

Mientras tanto, el reloj corre en contra de la solución y las posiciones entre el dueño del trinquet y la sociedad interesada en el alquiler o la compra siguen estancadas. Desde las instituciones se están produciendo movimientos entre las diferentes fuerzas políticas para buscar una salida de consenso.