Oro en los Juegos Europeos de Bakú, en la Copa del Mundo, en el Europeo, en los World Games y en las World Series, Sara Moreno y Vicente Llí ha ganado todo lo que se puede ganar en un año en la modalidad de parejas de gimnasia aeróbica. La pareja valenciana ha demostrado con creces que es la mejor del mundo sin discusión. El secreto del éxito de estos jóvenes de Moncada no es otro que el trabajo, puede resultar un tópico pero demostrado está que no lo es. Dejando tras de sí un año inolvidable, Sara y Vicente ya se han marcado el objetivo para 2016: ¡revalidarlo todo! y como reto añadido sumar el oro en el Mundial también de forma individual. La pareja valenciana se presenta como dos luchadores incansables, sensatos, humildes conscientes de que sin trabajo no llegan a ningún sitio y con los pies en la tierra, menos cuando les da por hacer piruetas...

«No lo asumimos, no lo pensamos. Nosotros siempre pensamos en superarnos. No es solo ganar, nos gusta disfrutar de cada competición» asegura Sara. Han invertido muchas horas de entrenamiento que según ellos mismas confiesan ha acarreado muchas lágrimas pero también muchas sonrisas. «Hemos tenido que renunciar a todo básicamente, entre los estudios -ambos tienen la carrera de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte y un Máster- y los entrenamientos no nos queda tiempo para nada» coinciden. Y es que su vida es la gimnasia, con sus cuatro horas diarias de entrenamiento y los sábados siete, es imposible desarrollar una labor profesional ajena al deporte. «Todo el tiempo es para entrenar no podemos tener otro trabajo». Pero a ellos no les duele, lo dicen con una sonrisa de oreja a oreja en la boca. Aman lo que hacen y eso se nota en cada actuación.

El destino estaba escrito para ellos. Sara se inició en la gimnasia rítmica por recomendación médica, «tenía los pies planos y el traumatólogo me dijo que tenía que hacer gimnasia rítmica o ballet, y en Moncada solo había la escuela de gimnasia. Me apunté y al tiempo mi entrenadora eligió un grupo para hacer fitness, y más tarde nos metió en el aeróbic -donde fue campeona del mundo y de Europa-». En ese proceso es cuando aparece Vicente. Descubierto por Sara en el patio del colegio abriéndose de piernas en el suelo. Sus madres, también amigas, hablaron y «¡acabé aquí metido!». Amigos de toda la vida, más bien «hermanos», hacen de su confianza y su complicidad su mejor arma. «Mucha gente nos dice que en pocas parejas se ve esa complicidad, que hemos ´nacido´ para esto» dice Sara, quien a sus 26 años tiene clarísimo lo que quiere. «Ahora tenemos que vivir para el deporte todo el tiempo que el cuerpo aguante y luego ya veremos».

Sara fue campeona del mundo en la categoría individual en 2012 pero en 2014 las sensaciones no fueron buenas, en parte por culpa de una lesión que le mermó las opciones. Para este año, en Corea, ella quiere volver a lo más alto y si no lo consigue al menos «volver a sentirme yo misma y tener buenas sensaciones». El mismo objetivo persigue Vicente. Es la única medalla que le falta por conseguir y de este año no pasa. Como pareja, todas las miradas estarán puestas en ellos. Son el rival a batir. «Nosotros estamos acostumbrados a competir bajo presión pero si no eres fuerte mentalmente eso te puede» coinciden los dos. No hay más que estar cinco minutos con ellos para darse cuenta de la sensatez de ambos. Ver cómo se apoyan el uno en el otro, cómo se emocionan juntos con los recuerdos o cómo acaba uno las frases del otro, es algo apasionante.

La corazonada de Bakú

El 2015 acaba y les deja las vitrinas llenas de medallas, sin embargo ellos se quedan con un momento especial. «En Bakú era la primera vez que competíamos con todas las disciplinas a la vez. Habíamos entrenado muchísimo, veníamos del año pasado que no habían salido las cosas bien. Recuerdo levantarme a las 07:00 de la mañana, ver a Sara en el desayuno y decirle ´hoy es el día´ y ponernos a llorar los dos. Y volver a llorar en la comida y calentar y ponernos a llorar de nuevo porque sabíamos que podíamos ganar y al final conseguirlo, eso fue muy emocionante. Creo que el mejor día de nuestra vida. Fue una sensación increíble, inexplicable» cuenta Vicente poniendo a Sara los pelos de punta.

Han crecido juntos y con la misma entrenadora desde que empezaron, ella es la que les ha ido guiando para que encontraran su camino y como demuestran las pruebas lo ha conseguido. Es como una madre para ellos. Sara Lleonart es la persona con la que más horas pasan al día, quien más les exige y quien más les apremia «somos un equipo» dice la entrenadora. «Son muy grandes. Es un trabajo de muchos años que este año ha salido y ha tenido su recompensa pero viene de mucho atrás. Estar aguantando tantos años con esa exigencia... porque aquí nunca es suficiente con las horas que se entrena... no hay fiestas, no hay puentes, no hay cumpleaños... no hay nada. Pero ellos aguantan porque lo llevan en la sangre. Ya desde jóvenes despuntaba por las cualidades que tenías pero todo lo que han conseguido es porque han sido muy valientes» dice Lleonart.

Valentía, confianza, lealtad, sacrificio, trabajo... son las palabras que más se repiten es sus discursos. Una lealtad que lleva forjándose desde la infancia. «Sara es mi descubridora, mi referente. Me ha enseñado muchísimo, yo no sabía trabajar al cien por cien, trabajaba al 50 y ella me ha enseñado. Me ha demostrado que el esfuerzo tiene recompensa, es una gimnasta excepcional» alega Vicente de su compañera. Casi sin palabras, llega el turno de Sara de describir a su compañero, «Imposible mejorar lo que él ha dicho» dice emocionada, «Vicente me ha impresionado mucho. Le costaba trabajar, pero hemos aprendido juntos a superarlo y para mí es un luchador. Para mí es el mejor y ahora lo ha demostrado».

«Son super diferentes y por eso se acoplan tanto. Porque han conseguido transmitir lo bueno de cada uno en el otro» dice su entrenadora de ellos. Lo que está claro es que han encontrado la clave secreta del éxito, su esfuerzo les ha costado. Trabajo, sacrificio, cualidades, lo tienen todo para seguir en lo más alto, donde les ha costado mucho llegar y una vez allí arriba no tienen pensado bajar.