En 2004 Pablo Herrera protagonizaba una de las grandes gestas del deporte español en los Juegos de Atenas al conquistar una histórica medalla de plata con el veterano Javier Bosma como pareja. Ahora, doce años más tarde, el castellonense afronta los que serán sus cuartos Juegos Olímpicos: «es algo de lo que estoy orgulloso, muy contento de seguir después de tantos años al pie de cañón, no sólo por haberme clasificado para los que serán mis cuartos Juegos, sino por llevar ya tantos años seguidos en el Top Ten mundial».

Junto a Adrián Gavira, su pareja de juego, Pablo Herrera ha vuelto a demostrar esta temporada que está entre los mejores del voley-playa mundial: «está siendo una buena temporada, tan sólo nos ha faltado meternos en alguna semifinal de un Gran Slam pero estoy contento». Pablo Herrera y Adrián Gavira lograban el pasaporte a Río como quintos clasificados del ránking mundial: «ahora estamos centrados ya en la preparación de los Juegos y después de Río aún nos queda una última competición, en Los Ángeles para cerrar la temporada».

La vida de Pablo Herrera cambiaba en los Juegos de Atenas cuando se proclamaba subcampeón olímpico: «fue algo increíble. Llegar a mis primeros Juegos y meterme en la final es algo que ni siquiera soñaba». Con el paso del tiempo, el castellonense valora más aquel éxito: «Bosma, mi compañero en aquel momento me decía que con los años me daría cuenta de lo que habíamos logrado. Y así es, luego he tenido la suerte de disputar otros dos Juegos y sé lo difícil que es lograr una medalla olímpica». Tras quedar noveno en Pekín 2008 con Raúl Mesa y noveno también en Londres 2012 ya con Adrián Gavira como compañero, ahora Pablo Herrera sueña con lograr su segunda medalla olímpica: «sabemos que no será fácil pero vamos a luchar por la medalla».

Tras una larga temporada en la que Pablo Herrera y Adrián Gavira han viajado por todo el mundo disputando los circuitos europeo y mundial la pareja española se ha concentrado en Lorca, Murcia, para perfilar la preparación de Río: «el objetivo es llegar en el mejor momento a los Juegos y que nos respeten las lesiones». Y es que Pablo sabe lo que es disputar unos Juegos Olímpicos mermado físicamente: «en Londres lo pasé mal, llegué muy tocado de la rodilla derecha a causa de una lesión en el tendón, iba cojo y no pude competir a mi nivel. Por eso una de mis preocupaciones es llegar a Río en plenas condiciones físicas. De momento, la temporada en este sentido ha ido bien».

La medalla de plata conquistada por Herrera y Bosma en Antenas 2014 contribuyó a popularizar el voley-playa en España: «la gente se enganchó mucho a este deporte, no sólo por lo que logramos si no por el cómo: ganamos unos partidos muy igualados, fue muy emocionante, épico».

Para Pablo Herrera, el voley-playa español tiene ahora otra oportunidad histórica: «por primera vez España ha clasificado a dos parejas para los Juegos en el top ten. Tanto Adrián y yo en chicos como Liliana Fernández y Elsa Baquerizo en chicas podemos llegar muy lejos en Río».

Para Pablo Herrera, una de las claves es su buena compenetración con Adrián Gavira: «llevamos juntos desde 2009, desde después de los Juegos de Pekín y nos compenetramos muy bien. Él representa la juventud, la frescura y yo la experiencia».

Desde el principio, Pablo encontró en Adrián un compañero ideal: «el primer año juntos ya nos fue muy bien, logramos 9 medallas en el circuito Mundial y Europeo. La clave es que entre nosotros hay una gran amistad y respeto».

Además de la medalla de plata en Atenas, otro de los grandes éxitos de Pablo fue el oro en el Campeonato de Europa 2013 con Gavira como compañero: «fue una gran alegría, ganamos a los letones Smedins y Samoilovs, primeros cabezas de serie, en la final». En Europeo de 2016 la pareja española también estuvo entre las mejores aunque sólo pudo ser quinta.

A sus 34 años Pablo Herrera no se plantea de momento la retirada: «Adrián me dice que tenemos que llegar juntos a los Juegos de Tokio, pero ya veremos. Aguantaré mientras aguante la cabeza y el cuerpo». Para el castellonense lo más complicado es estar tanto tiempo fuera de casa: «lo peor son los viajes tan largos que tenemos que hacer, las horas de aeropuerto... es pesado aunque desde luego sé que soy un privilegiado por dedicarme a lo que me gusta».

Pablo, que hace unos meses ha sido padre de una niña, tiene muy claro a quién dedicaría una nueva medalla olímpica: «una semana después de nacer mi hija tuve que ir a competir a China y ganamos la medalla de oro en un Open, ahora quiero dedicarle una medalla olímpica».

Se aficionó al voley siendo un niño, aunque no fue hasta años más tarde cuando descubrió el voley-playa: «jugaba en mi club, el Illa Grau y cuando acababa la temporada de pista iba con los compañeros a jugar a la playa. Empezamos a apuntarnos a torneos y me clasifiqué para un Campeonato de España juvenil». Ahí fue donde su entrenador desde entonces, Sixto Jiménez, le descubrió: «me dijo que tenía posibilidades en este deporte y me propuso ir al centro de tecnificación de Tenerife a entrenar. Desde entonces, dejé el voley de pista y me dediqué al vóley-playa».

La temporada de arena suele prolongarse de abril a septiembre «aunque este año por los Juegos empezamos antes, en marzo». El resto del año, Pablo pasa largas temporadas en Canarias: «toda la pretemporada la hacemos en Tenerife, pasamos allí el invierno entrenando». Para afrontar los duros partidos Pablo se somete a duros entrenamientos: «hay que estar fuerte muscularmente y también tener mucho fondo aeróbico».

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