Un domingo cualquiera, una ciudad cualquiera, un periódico digital cualquiera, y siempre la misma noticia. Domingo tras domingo, la terrible y cruel letanía del luto sobre dos ruedas. Un ciclista atropellado, dos ciclistas atropellados, tres, cuatro, seis, diez. Un muerto, dos muertos, tres muertos. La lista sigue. El macabro contador no para de aumentar. No se puede tolerar. Basta ya. Siempre la misma historia: un conductor ebrio o drogado, o ebrio y drogado, arrolla un pelotón, se lleva por delante una vida, acaba con los sueños de una madre, un padre, un hijo, una hija, alguien que, simplemente decidió salir con su bicicleta y practicar su deporte favorito, sólo eso.

Accidentes siempre ha habido, lamentablemente siempre habrá. Sin embargo, la continua reiteración de muertes ciclistas en carretera hace que tengamos que plantearnos si realmente estamos ante una funesta concatenación de incidentes aislados con desenlace fatal o si, por el contrario, se trata de una auténtica masacre, fruto de la irresponsabilidad, el incivismo y la falta de educación ciudadana, la laxitud de la ley, la pasividad de las administraciones públicas y la profunda carencia de empatía y moral de una sociedad que, como en muchos otros casos, mira para otra parte.

La causa por una ley justa encabezada por Anna González, viuda de Óscar Bautista, asesinado en 2013 cuando practicaba nuestro adorado deporte, ha hecho visible en los últimos tiempos una lucha que no cesa y que cada día, después de otro negro fin de semana, cobra más y más sentido. 200.000 firmas sostienen por vía legislativa su causa. Nuestra causa. Pero, la urgencia de la actuación por parte del gobierno central y el resto de administraciones públicas ha de ser inmediata. La triste realidad apremia. De nada valen las fotos, las sonrisas y las promesas, los compromisos con palabras que se lleva el viento y acaban en papel mojado o archivadas en el triste tintero de las oportunidades pasadas. Es la hora de tomar cartas en el asunto y que la lucha de Anna, de todas y cada una de las familias y amigos que perdieron a alguien en la carretera, de todos y cada uno de los ciclistas de este país y, mejor aún, de toda la ciudadanía, se materialice en la elaboración de una ley justa, que proteja, que intimide, que disuada, en definitiva, que prevenga la lamentable actualidad de domingo con una bicicleta destrozada panza arriba y restos de sangre sobre el asfalto.

Este pasado domingo, fallecían dos compañeros más entre Denia y Oliva, en la provincia de Valencia: Edu Monfort y Luis Alberto Contreras. Dos personas más que añadir a la fatídica lista. Dos vidas truncadas. Dos familias rotas, desgarradas por el dolor, incapaces de entender por qué una conductora que triplicaba la tasa de alcoholemia permitida en sangre, iba, además, drogada y por si fuera poco ya se le había retirado el carné hace unos años por conducir en estado de embriaguez. Nadie se explica por qué tomó la absurda decisión de coger el coche en las condiciones en las que se encontraba, después de haber estado toda la noche de fiesta. Un sinfín de decisiones previas le habría hecho evitar el mortal atropello. Un taxi, una llamada a tiempo, un consejo de cordura, una voz de sensatez. Algo así habría bastado. No sirven las excusas. No se puede tolerar.

No conocía personalmente a los fallecidos, ni tampoco a los heridos que todavía se recuperan de los golpes físicos, a sabiendas de que, del impacto psicológico de ver cómo la vida se le escapa a un amigo, a un padre incluso en uno de los casos, la recuperación jamás se completará. Cualquiera podría ser el próximo fallecido. La macabra historia presenta siempre el mismo argumento, sólo cambia el nombre de los actores. ¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo vamos a tolerar que nos sigan matando, que nos sigan exterminando, que se continúen llenando las carreteras de flores, de placas, de bicicletas pintadas de blanco, de lágrimas, de sangre? ¿Hasta cuándo?

No podemos soportarlo más. La situación tiene que cambiar ya. Tenemos que llenar las calles, protestar, alzar la voz, llorar, gritar, insistir, insistir, insistir. Todos a una. La ley justa se tiene que conseguir. Debe ser aprobada sin más dilación, con efecto inmediato. Pero es que, además, hemos de concienciarnos todos, de involucrarnos en la reeducación ciudadana, de manera que se trabaje en la prevención, en la concienciación y en el civismo, con el objetivo de parar definitivamente el funesto contador. Tenemos que enterrar de una vez por todas las estúpidas ideas, manidas y sinsentido, de los defensores de la supremacía del coche sobre la bicicleta. Ciertas actitudes deben llegar a su fin: no respetar la distancia de seguridad, creer que el coche tiene siempre preferencia para circular en carretera porque paga impuestos -como si la distribución de los impuestos funcionará de esa manera?, criminalizar nuestro colectivo y convertirlo en diana de las iras colectivas ?como hicieron unos osados ignorantes hace unos meses en redes sociales?, tolerar y fomentar el binomio alcohol y conducción€ Tópicos como que los ciclistas también cometemos infracciones, que siempre estamos molestando, que vamos a la nuestra tienen que desaparecer para siempre del imaginario colectivo. Forman parte de un argumentario falaz, pueril y tendencioso y, lo peor, denotan una falta total y absoluta de humanidad al tratar de justificar, aunque sea remotamente, la actitud anticiclista o las muertes de compañeros en accidentes que se podían haber evitado. La bicicleta no es sólo un trozo de metal con ruedas. Es movida por una persona, por una vida, por alguien como tú y como yo.

Legislación, educación, concienciación y prevención son los cuatro pilares básicos sobre los que debe cimentarse esa nueva relación entre todos los vehículos en la carretera en la que el ciclista, el más débil, sea protegido y respetado. Hemos de dejar de considerar de una vez por todas a la bicicleta como un estorbo en la carretera y promover y proteger cada vez más su uso. Todos tenemos derecho a usar la calzada. Todos cabemos en la carretera. No somos estorbos, somos personas y nos están matando. ¡Basta ya!

PD: Nuestro más sincero pésame a los familiares y amigos de los dos compañeros fallecidos. Esperamos que el resto de heridos se recuperen lo antes posible. También queremos recordar a todos aquellos ciclistas que han perdido la vida en la carretera. Nuestros pensamientos están con vosotros.