El presidente del Levante, Quico Catalán, y la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, rubricaron ayer el convenio para la reordenación urbanística de Orriols, mero protocolo que más allá de la oportunidad de la foto ya no es noticia. Sí que lo fue cuando sirvió de aval bancario para pasar la junta de acreedores, pero ahora lo noticiable sería concretar quién pagará por el solar al menos 71 millones y dónde se construirá el nuevo estadio, dos interrogantes sin respuesta.

Aunque el presidente no cayó ayer delante de la alcaldesa en reconocer el apoyo del resto de formaciones políticas que se sentaban en tercera fila, algo que en cambio sí hizo en el Club de Encuentro Broseta, el convenio es un gesto de toda Valencia hacia el Levante y como tal no hay que volver a desperdiciarlo dejando el club en manos de algún apostante que prueba suerte ni, sobre todo, yéndose de Orriols sin explorar detalladamente todas las alternativas de seguir en el actual Cabanyal del levantinismo.

El club tiene un estudio analizado por el Consejo, pero lejos del dominio público, que demuestra que Orriols y alrededores son el distrito con más socios, muchos más que otros feudos históricamente granotas pero caídos en desuso a raíz de la reordenación de la ciudad. Si finalmente no hay suelo público para la mudanza y resulta que el actual emplazamiento verdaderamente no tiene precio, sería recomendable escuchar otras propuestas.