El Levante le ha perdido el toque a las victorias. Se trata de un hecho irrefutable. El equipo es menos intenso y le falta fuelle en el centro del campo, donde a pesar de su condición intocable Farinós tampoco fue ayer el mariscal que en estos momentos haría falta. Lo cierto es que en líneas generales fue mejor el Racing, que siendo el de menos posesión en Europa se adueñó del balón. Aun así, y por fortuna, lo que siguen teniendo los azulgrana es ese gen competitivo con el que agarrarse al partido y hasta poder llevárselo, porque después del 1-0 incluso lo podían haber sentenciado. A expensas hoy del Atlético, el puesto Champions todavía es suyo, pese a que comienza a ser irreal. Nueve puntos de 36 exigen una reflexión.

Cuestión de engranaje

Una vez más quedó claro que la seguridad en defensa es la mejor aliada del Levante, que cimentó su conato de victoria desde atrás. Fue así como superó un arranque flojo en el que cuando lo que merecía era ir por detrás se puso por delante. Si a un buen entramado defensivo, pese a la marcha de Nano, se le suma un top del nivel de Koné, el resultado es que al equipo granota la salvación se le debería quedar corta. Sin embargo, hay partes de la maquinaria, sobre todo aquellas que quedan entre la zaga y la punta del ataque, que hoy por hoy necesitan un profundo engranaje para dejar de planear y volver a coger altura. La medular se ha vuelto muy plana y las bandas todavía no son todo lo profundas que eran, mientras que más allá de Koné, la añoranza por los goles de Juanlu parece ir a más.

Más penaltis invisibles

Hace un tiempo que los árbitros dejaron de ser tema de debate para el levantinismo, pero sin que sirva de excusa ayer le volvieron a escamotear un penalti. Las manos de Álvaro fueron claras y merecedoras de una pena máxima que podría haberlo cambiado todo de manera radical, sin contar un posible derribo más que dudoso a Botelho. Los tres partidos seguidos en Orriols se han saldado sin ninguna victoria, pero también con penaltis no señalados en todos ellos. De paso, la oportunidad de Europa podría malograrse.

El Ciutat no responde

Es cierto que hacía un frío del carajo, pero antes de la ola siberiana se comenzaba a notar un descenso de aficionados en el Ciutat. Ayer no se llegaron ni siquiera a los 8.000 y eso es preocupante. Los dos últimos recibimientos al equipo, por cierto, han sido un fracaso, lo cual debe invitar a otra reflexión, sobre todo por parte de aquellos que ponen la cara para promoverlos y después pasan.

Dos buenos revulsivos

Volvió Valdo y el equipo lo agradeció por lo que aportó en la segunda parte. Muy poco tiempo tuvo Ghezzal, que dejó un par de movimientos notables, igual que Nabil, quien dentro de su irregularidad fue el autor de las jugadas de mayor calidad, entre ellas la que originó el gol de Arouna. Más gris estuvo Botelho, que marró otro gol cantado.