Habría sido sólo un mal partido, sencillamente un día horrible, de no ser porque el Levante no gana desde el pleistoceno. No es por perder ni por caerse tras media Liga en ´Champions´, sino porque lo del Bernabéu fue un espejismo y el equipo, por primera vez, dio síntomas de caída libre para enfado de una grada que con razón o sin ella ya escoge culpables, entre ellos Farinós. Por mucha pegada que tenga y por bien que se haya reforzado, que el Rayo te pinte la cara en casa es señal de que algo ocurre y de que urge arreglarlo sin dilación. El equipo tenía por primera vez la obligación de puntuar para mantener su puesto privilegiado y ante esa exigencia se cortocircuitó del todo.

Errática parsimonia

Ghezzal sacó con calidad un penalti que metía al Levante en el partido y que para más señas, por decirlo todo, era fuera. Pero ni por esas. Al Rayo le bastó con muy poco para noquear a un Levante fantasmagórico, parsimonioso. Ni una línea se salvó de la quema, colectiva ni individualmente. Tozuda fue la persistencia en el error, desde la defensa a la delantera pasando por el agujero negro del centro del campo. El Levante, al que ya sólo le falta Juanlu, salió sin pulso y no hay duda de que así no sólo es que el tiro europeo se vaya por la culata. Ha llegado el momento, si esto no cambia, de preocuparse por la salvación, un objetivo medio hecho si el equipo reacciona pero cargado con fuego si sigue con el alma rota. Canguelo.

El corazón deja de latir

Tan cierto como que las maniobras de Farinós son de un conductor de Primera lo es también que hay momentos en los que su estilo ralentiza el juego cuando lo que hace falta es otra cosa. Las transiciones lentas y erráticas fueron una codena. De aquel centro del campo intenso que formaban Iborra y Xavi Torres se ha pasado a otro que poco tiene que ver con aquel. El corazón le ha dejado de latir y, por ahora, Juan Ignacio no ha acertado a revivirlo pese a lo cerquita que estuvo en Madrid.

La misa de Botelho

Por mucho que el míster fuera su padrino, una de las imágenes del partido que más llamó la atención del personal fue la de Botelho en la grada. Sin embargo, no es cuestión ahora de echarle en cara al entrenador que lo pidiera, sino de tener en cuenta que pese a las oportunidades que le ha dado a la hora de la verdad ha sido inflexible. Más allá de su deterioro físico, el Levante se merece a gente enchufada y comprometida defendiendo su camiseta. Tampoco hay duda, por cierto, de que con los antecedentes que traía tenía muy poco margen de error. Sin duda es la gran decepción y eso que de la misa, ni siquiera la mitad.

Un verdugo conocido

Tiene narices que fuese Costa quien se le atragantó de mala manera al Levante. Es sólo una anécdota, aunque no hay duda de que a perro flaco todo son pulgas y que los azulgranas necesitan lavarse la cabeza.

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