El Levante estuvo a un contragolpe de pegar el ´pepinazo´, aunque objetivamente el empate sabe a victoria y hay que darlo por más que bueno. De todos los derbis de la temporada, fue con diferencia el mejor de los azulgrana, que presumieron de lo que el Valencia tanto carece. A saber: fiabilidad, solvencia, estilo, una filosofía clara de juego y capacidad de reacción tras encajar un gol a la contra. Credenciales todas ellas con las que su candidatura a Europa sigue siendo firme. Psicológicamente, el resultado fue una goleada a domicilio, sobre todo cuando la calma tensa se resquebrajó con la oportunidad de Koné. Pronóstico cumplido: los granotas ondearon sus bufandas; los chotos tiraron de pañuelos.

Sensaciones al viento

El partido de Mestalla es el camino para alcanzar ese premio extra del que cada vez da menos rubor hablar. Es la idea que se repite en las últimas jornadas y en la que hay que insistir machaconamente de cara al sprint final. Compitiendo así, Europa está a tiro porque ninguno de los rivales directos —la mayoría han perdido esta jornada o no ganado—aportan más ni mejores argumentos que los azulgrana. Lo importante es que las sensaciones invitan a soñar. Más allá de la rivalidad, es la otra lectura del encuentro.

Un equipo reconocible

Los anteriores derbis habían dejado una imagen distorsionada y empequeñecida de lo que era este Levante. Sobre el campo quedó claro que no hay tanta diferencia entre un equipo y otro. De hecho, en la clasificación continúa siendo de sólo tres puntos. Lástima aquella eliminatoria copera que en tan mal momento llegó y que psicológicamente hizo más pupa de la que parece.

El derbi no ha acabado

Después de noventa y pico minutos, el derbi aún no ha acabado. En las ocho jornadas que quedan, Valencia y Levante van a luchar por el mismo objetivo, aunque en Orriols sigue siendo mejor ir a la chita callando. Una vez más, aunque suene pelota, conviene reconocer el trabajo de todos los profesionales de la caseta por esta campaña histórica.

Censurable censura

Sin dudarlo, lo peor fue que la pancarta del Eterno Capitán y una banderola gigante se quedaran en un rincón. Estulticia absoluta la de censurarlas, fuese decisión de la Policía o asomase el Valencia detrás de ella. Llueve sobre mojado, aunque pese al cabreo a los granotas nadie logró aguarles la fiesta. Los argumentos que los agentes esgrimieron, de risa.

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