El Ballesteros ´for president´ no entra en sus planes, aunque cuando jugaba de alero al baloncesto tampoco pensaba que terminaría siendo futbolista. Muchos granota han visto en su rol institucional durante el zafarrancho contra el Real Madrid el germen de una futura candidatura. Es un hecho que cuando cuelgue las botas seguirá en el Levante. La incógnita es saber cómo y en calidad de qué. Si de presidente por la vía rápida o previo paso antes por la escuela, que es lo que parece y para lo que está sacándose el carné de entrenador. Han pasado dos años desde la que parecía su última renovación, cuando internamente se habló por primera vez de su regreso a la vida civil, pero Sergio está a punto de asegurarse un curso más por partidos. Pese a que eran muchos los que con la boca pequeña pronosticaron por lo bajini que esta vez ya no arrancaría, la leyenda de este anti-héroe del fútbol continúa creciendo.

Natural y con jersey de lana

Anti-héroe porque está en las antípodas del jugador estético y sofisticado que hoy se lleva. Ballesteros es un padre de familia con jersey de lana, símbolo perfecto de la normalidad del nuevo Levante. Un tipo natural que no es dicharachero ni le preocupa serlo y que pese a estar más acostumbrado a los palos que a las zanahorias cada vez lleva peor lo primero. Nunca le han sancionado por agresión y son muchas las jornadas en las que apenas promedia una falta por partido, pero hasta en el Bernabéu le cantan «asesino». Más ahora, que sufre en sus carnes cómo a los granota dejan de tratarlos con la condescendencia hacia el pobrecito que daba pena.

Un ídolo terrenal en Orriols

Suya es la camiseta más vendida y suyo el germen que ha calado en una afición ávida de ídolos terrenales. Alguien que siente tanto el club que montó el bautizo de su bebé en el Ciutat. Alguien que apenas se ha perdido un par de entrenos, uno de ellos porque el médico se lo prohibió por culpa de esa piedra que bien vale para museo de historia o para arrojársela a la cabeza a quien ose pasarse con el capitán.

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