El Real Madrid sólo ha ganado en el Ciutat una vez desde que el Levante volvió a Primera y fue con un papelazo de Muñiz ´Ferrete´ Fernández, ese que según su propio jefe tal vez tenía «problemas familiares» para haber visto en el vals de Pepe a Carlos Sánchez un penalti con el que el Madrid ganara en la prórroga. Mientras el rodillo pasaba una y otra vez por el cejicidio y pedía cárcel para Navarro, cuya renovación con muy buen ojo se hizo oficial ayer, el Levante clamaba por lo que tras 90 minutos fue en palabras de Diop «un puto robo». Un arbitraje sibilino, típico cuando está por medio el Madrid y delante un rival como los granotas, de esos que te minan poco a poco, faltita a faltita, al tiempo que oyes al trencilla dirigirse a ellos de usted o por el nombre de pila y a ti ningunearte. También sólo una vez, por cierto, ha perdido el Madrid con González González, al que ya puestos habría que desearle arrojo para pitar lo que vea, que es lo que hizo el línier de Teixeira en Pamplona después de inventarse dos fueras de juego de Babá. Puestos a pedir, incluso, que ni siquiera ayude, vaya a ser que por dejar al Levante en superioridad numérica otra vez o con un penalti a favor le arme un taco. Los de Caparrós compiten de una manera tan aguerrida que tal vez no sea casualidad lo de las rojas, pero ojalá que ´Capa´ „seguro„ tomara nota del Camp Nou y hoy sí acierte. Como con el Depor, Sevilla o el Athletic.

El ocaso de aquel sambenito

El Levante tiene que agradecerle al último Madrid en general y a Mourinho en particular el final del sambenito sobre los granotas y el madridismo. Pese al abismo que los separa, la rivalidad ha ido a más hasta el punto de convertirse en un leit-motiv para las campañas de abonos y la autoconfirmación de un Levante de nuevo cuño, más joven y moderno y con menos caspa. Han sido tantas trifulcas desde el «no me manches la camiseta» hasta la batalla en el túnel y la sala de curas que ni un club a veces tan políticamente correcto que llega a desesperar se cortó a la hora de responder con un comunicado burlón. Lo autorizó, además, el mismo Quico, que de paso también se expolsó la parte del sambenito que le tocaba. Momento en el que el levantinismo se sintió orgulloso y que, aunque sotto voce, mereció el aplauso del mundo del fútbol, harto de la prepotencia merengue y devoto de los valores de la mejor versión granota.

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