Fue el estreno de Rubén, que parece que lleve toda la vida pero hace sólo un año cortito que asomó para jugar los últimos 10 minutos. Sin embargo, la imagen contra el Espanyol, que esta noche repite visita, no fue la de un imberbe del que nadie esperaba tanto descaro, sino la de un veterano de los de pelo en pecho llorando a moco partido de felicidad. La foto de Juanfran consolado por sus compañeros tras pasar de un 0-2 a un 3-2 estuvo aquella tarde a la altura de la de Ballesteros en Mestalla y en las antípodas de toda la mierda que estaba por salir. Aquellas lágrimas eran las del sentimiento de un equipo que sin sospecharlo entonces dejaría de serlo y que empieza ahora a cogerle el pulso a la Liga siendo un calco de aquel. Es también como si la flor de Juan Ignacio, que todavía sin Martins no negó el golpe de suerte jugando con uno menos por expulsión de Iborra, brotara en su sucesor. Un Caparrós al que el destino le devolvió en Vigo lo que le había quitado contra el Madrid y que no ha tardado demasiado en asumir que estando en Orriols el camino más corto no son cuatro o cinco toques sino pelotazos a Babá.

El Levante viene de un triunfo especialmente bienvenido, de la odisea de quedarse una noche tirado en Vigo y, aunque en el club paren la cinta, también de que a Diop se le saltara uno de los puntos que él mismo se había cosido en la boca. Que el senegalés desvelase sin proponérselo con lo del «jijí-jajá» un malestar que tampoco ha pillado a nadie de imprevisto no cambia nada, aunque sí deja más patente la necesidad de un arreglo. Pese a que tener así al futbolista más en forma del equipo es plato de mal gusto, lo del Olympiacos ofreciendo 1,5 millones fue una broma y aquí ya no queda más tu tía porque a ese precio no hay pacto de caballeros que valga. El Levante defendió bien sus intereses para tranquilidad de todos, incluido y en especial Caparrós, pero la cuestión es continuar haciéndolo y que, si finalmente se produce, su salida sea lo más beneficiosa posible. Fórmulas hay muchas y el club, por cierto, ya ha tanteado varias. Diop, que como profesional está siendo ejemplar, tiene derecho al 10 por ciento de su traspaso junto a su agente, que por cierto no es el de toda su vida ni el que se lo llevó del Nástic de Tarragona al Racing. Un detalle que a la larga tal vez no acabe siendo tan baladí como pueda parecer al leerlo ahora.

Aunque es posible que no vengan de Dubai, está bien que Manolo Salvador continúe recabando toda la información posible sobre fichajes pese a que la temporada lleve dos días. No ha habido mercado de enero en el que el director deportivo no haya retocado la plantilla y el próximo no pinta distinto. Caparrós sigue ajustando piezas y, con mentalidad positiva, hay que pensar que una vez se regulen en el Ciutat los granotas pueden verse metidos en la pomada de Europa. Un reto para el que hará falta sustituir a esos futbolistas que están dinamitando el crédito con el que arrancaron y que no hace falta enumerar porque basta con ver los minutos que llevan. Aunque es pronto y falta Gomis, el técnico se quedó con ganas en verano de algún mediocentro más, otro delantero y un lateral derecho. Seguro que por ahí acaban yendo los tiros.

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