El plano fue jugoso. Tras encajar el 3-0, la cámara fijó su objetivo en el palco. Allí estaba Quico Catalán, abatido y con la mirada perdida después de que al equipo acabaran de saltársele las costuras. La imagen resulta reveladora de lo que ocurre arriba, en la directiva, y abajo, en el vestuario. El arranque liguero, con tres puntos de 18, es el peor posible para el escenario actual, ostensiblemente viciado a raíz de Sarver. Una aventura que tal y como el tiempo ha demostrado se le fue a todo el mundo de las manos. Los fichajes, especialmente los más ruidosos, no acaban de romper, mientras que la estabilidad alrededor del entrenador no es precisamente a prueba de bombas y por primera vez en mucho tiempo la noticia no es que Quico tenga oposición externa, sino que a nivel interno el ambiente se ha enrarecido hasta extremos insospechados. Digan lo que digan, es lo que volvió a respirarse en la última cita del Consejo. Un buen inicio habría ayudado a disipar las dudas, pero la realidad es que por ahora las ha acentuado, hasta el punto de que la situación parece por momentos de interinidad. Hace falta un golpe de timón, un mensaje ilusionante, un partido convincente, un fichaje efervescente de cara a enero y un paso al frente de los implicados, incluidos los jugadores: tanto los que lo hacen siempre como los que no dan la cara nunca y acaban pasando sin pena ni gloria ni palabras para la afición.

Excusas y responsabilidades

Punto de inflexión negativo. El Levante ha tenido dos partidos consecutivos para que fueran un punto de inflexión y lo cierto es que lo han sido pero en el sentido negativo. Es por debajo por donde se ha inclinado una balanza en la que hasta la visita al Camp Nou los malos resultados no acababan de casar con la montaña rusa de sensaciones. Las seis primeras jornadas están plagadas de excusas reales, empezando por la sanción de cinco partidos a Simao, pasando por el factor arbitral y acabando por lo a contrapie que han cogido las lesiones. Sin embargo, el telón de fondo es preocupante y ese toro hay que agarrarlo por los cuernos. No se trata de recordar que el técnico que ayer estaba de rival era uno de los que más adeptos habría tenido en la planta noble de Orriols, sino de afrontar la situación de la manera más realista y ambiciosa posible. Hace falta una sentada antes de que las cosas se vicien del todo