El Levante se ahoga y la solución no es describir el agua ni amortajarlo cuando aún respira, que si no a ese ritmo de aquí a final de Liga ya habrá descendido tres o cuatro veces. Siendo extremedamente grave la situación y con mucha tela que cortar sobre los motivos reales por los que se ha llegado a ella, de lo que se trata hoy es de lanzarle un salvavidas con la esperanza de que se agarre a él con todas sus fuerzas. Si al final ocurre la desgracia, que ojalá no, tiempo habrá de llorar, de consolarse y de empezar a meter mano por donde toque. Y es que, por difícil que parezca después de una temporada a la deriva, todavía es posible salir a flote. Ahora mismo es peor la distancia psicológica que separa a los granotas de la permanencia que la de la clasificación. Bastante culpa de eso la tiene el ambiente emponzoñado de estos días, con mayas profetizando sobre el ocaso de una era, y también evidentemente las confusas señales, llamémoslas por el momento así, que emite el equipo con su requeteratificado entrenador al frente. No hay duda de que son momentos complicados, pero empezando por el vestuario, donde hasta los más derrotistas siguen creyendo, está prohibido arrojar la toalla.

Como en los viejos tiempos: la lección del gol al madrid

San Sebastián es una parada crucial, pero una vez más, no definitiva. A partir de ya, y en especial después del domingo, el calendario afloja y entonces sí que ya no se puede fallar. Todo lo que sea irse a más de tres partidos de la zona de salvación puede ser auténticamente catastrófico, motivo por el que los partidos hay que afrontarlos todos con un cuchillo entre los dientes, tanto a nivel de intensidad como de planteamiento. Después de una vuelta de Liga prácticamente completa probando sin resultados, hay que cambiar de chip. Si algo demostró el partido contra el Madrid, además de la desazón que produjo ver cómo eran ellos los que metían más la pierna, es que el camino más recto hacia el gol es la línea recta. Fue así, como en los tiempos en los que las contras las tiraba Munúa antes que Barkero, como llegó el gol de la esperanza, un balonazo a la frontal que pelearon Deyverson y Rossi para marcar. Eso y recitar un once de carrerilla, a cara o cruz, tendría que ser el santo y seña para un Levante capaz de alinear a once futbolistas mejores que la mayoría de sus rivales directos pero sin la fórmula apropiada con la que combinarlos.

Más artículos de opinión de Rafa Marín, aquí.