Había que subir por lo civil o por lo criminal y se ha conseguido, de principio a fin y sin solución de continuidad, por lo militar. Un ascenso a la voz de ar, la del general Muñiz, desde cuyo cuartel se ha desplegado una exhibición marcial. Si algo quedó claro aquella primera tarde en Soria es que las balas granotas no eran de fogueo y que con tamaño arsenal, haciendo las cosas bien, lo único que podía pasar era esto, que a falta de muchas jornadas el ascenso se confirme hoy matemáticamente. Que el Levante sube lo sabemos a ciencia cierta desde noviembre, cuando se superó el primer y único mal trago tras unas jornadas de relativa zozobra. Ni el peor de los cataclismos, y eso aun tratándose de una institución históricamente habituada a ellos, iba a interponerse en su triunfal camino.

Histórico punto de inflexiónen segunda... pero de primera

Esta temporada en Segunda División ha sido la demostración de que el Levante es de Primera. No debió bajar nunca con la plantilla que tenía ni con la estructura de club generada desde el que se convertirá en breve en el penúltimo de los cinco ascensos a la élite en la historia del club. El de 2010, por muchas razones, fue la piedra sobre la que se ha construido el mejor Levante de todos los tiempos, el que jugó en Europa, y el que esta tarde, con todo preparado, volverá al lugar que le pertenece. Porque sí, el Levante, tras el vuelco que le dio a su historia, ha sido un club de Primera atrapado unos meses en Segunda. Pero lo de ser un equipo ascensor es algo que se debe y que se va acabar. Este tiene que ser el último gran ascenso, entiéndase bien. El futuro pasa inexorablemente por echar raíces y recoger los buenos frutos que se han estado sembrando. Deportiva, social y económicamente los próximos años prometen ser, y ojo que el listón está muy alto, los mejores de la historia. Siempre en lo alto de la palmera.

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