A falta de un mes para el inicio de la competición, aunque con ese absurdo desfase de que aun así el mercado seguirá abierto, el Levante se encuentra en estado de gestación, sin que se sepa todavía qué va a ser ni a qué va a aspirar más allá del políticamente correcto mensaje de la permanencia. La realidad es que está por verse si habrá o no salto de calidad, una aspiración llena de veneno. O si la plantilla, por contra, dará para salvarse y gracias. Pese a no poder rematar el trabajo de antelación con Krohn-Dehli, con lo que va fichado no ha desaparecido esa sensación de interinidad tan propia de las pretemporadas. Tanto por los que tienen que llegar como que irse, hoy por hoy ni son todos los que están ni están todos los que serán. Así las cosas, en plena ofensiva por Tomás Pina y cerrada ya una inesperada apuesta como es la de Bardhi, sinceramente de momento ni fu ni fa. En un club que en otras facetas crece a lo bestia, todas las miradas están puestas ahora en el definitivo despegue de la deportiva, donde más allá de lo que atañe estrictamente al primer equipo hay costuras que han empezado a saltar y algunas dudas de puertas para adentro que hay que aclarar. Como en todo mercado que se precie, el Levante está compaginando las de cal con las de arena, de las superventas de Quico al revés de Róber Pier o a lo en arameo que se ha puesto lo de Jason, por el que habrá que ver qué pasa si llega otra propuesta.

Concentración cancelada

Dejando a un lado el fichaje de Bardhi, la sorpresa de la semana ha sido la de Muñiz cancelando el stage de pretemporada tras comprobar los técnicos, a días vista, el mal estado en el que se encuentran las instalaciones. No es algo, desde luego, en lo que el club haya estado fino, aunque también hay que reconocer el paso al frente a la hora de improvisar una solución en lugar de haber hecho mutis por el foro y meter a los jugadores en campos impracticables.

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