Hubo un tiempo, allá por los años 20, en los que la ciudad se paralizaba con dos meses de antelación cada vez que se enfrentaban Valencia y Gimnástic, los eternos rivales. En la Biblia de los granotas (Historia del Llevant) hay ejemplos documentados de la tensión de aquellos partidos regados de incidentes tan exageradamente violentos que el gobernador civil amenazó a los presidentes con "castigar toda extralimitación de los futbolistas y sus partidarios, llevándolos a la cárcel de quincena".

Desde los primeros Derbis hasta el de hoy, en el cap i casal para los choques entre el Valencia y el fusionado Levante nunca ha habido término medio. Inspirándose en el legendario Bill Shankly, que como entrenador del Liverpool disparaba a discreción contra el Everton, en las décadas de desierto granota los valencianistas negaron la mayor con ironías como que el Derbi lo juegan el Levante y el Mestalla o que en la ciudad hay dos grandes equipos, el Valencia y sus suplentes.

Con el reencuentro en Primera se pasó a un pasteleo infumable, el de la germanor y todo eso. Y de ahí, una pirueta más, al puñeterismo institucional de los días previos al descenso de 2016. Idas y venidas, en definitiva, de un Derbi en el que tiene que imperar la rivalidad, pero nunca la enemistad ni las faltas de respeto. En la fiesta del fútbol valenciano no hay sitio para los intolerantes. Esos que se los manden al gobernador civil de turno y que él decida qué hacer con ellos. Afortunadamente no es del odio al vecino desde donde el Levante ha crecido tras el descenso ni desde donde el Valencia está recuperando la inercia que había perdido.

Del chándal al buenrollismo

El Derbi, posiblemente uno de los mejores de la historia por el ciclo expansivo en el que se encuentran tanto valencianistas como granotas, ha inaugurado una nueva era, la de la normalidad. Y eso que el follón con las entradas no se ha evitado ni poniéndose por fin las directivas de acuerdo. Con la estampa de los técnicos sonrientes sobre el césped del Ciutat ha quedado atrás la del chándal de Nuno, aquella que a la postre guiaría al Levante hasta la victoria sin el portugués sospecharlo.

"¡Cómo ha cambiado este estadio desde que yo jugaba!", le confesó Marcelino a Muñiz. De asturiano a asturiano, el otro Derbi. Protagonistas y culpables ambos de la ilusión, la sensatez y el buen rollo que genera este partido de 1X2 en la quiniela. Porque al final esto es fútbol, nada más y nada menos, y de lo que se trata por encima de todo es de pasarlo bien y que durante hora y media la ciudad se paralice.

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