Además de los negros de Belén Esteban y Ana Rosa, nadie ha hecho más por el fomento de la lectura que el clickbait. Sí, ese titularazo irresistible que es la puerta de entrada a un mundo de estereotipos y clasificaciones según las cuales, por ejemplo, si soy introvertido es porque mi instrumento favorito es el piano. Y, ojo, que mal tirada no está. Cada vez tengo más teclas y encima el sádico de mi fisioterapeuta se empeña en aporreármelas. Prefiero el fútbol a la música, aunque tengo claro que si jugara en el Levante, por estadística y viendo anoche lo que les pasó a Doukouré y Postigo, ya me habría roto. La temporada fijo que me la tiraba de principio a fin «pendiente de evolución», esa adorable coletilla para no pillarse los dedos patentada por el anterior jefe médico, Ximo Mas. El otro día, mientras se llevaban al pobre Iván López a la sillita de la reina, me acordé de él y del poquito caso que le hicieron cuando recomendó que lo operaran de una descompensación de cadera para ahuyentar tanta lesión. Vale que de Medicina sé lo mismo que de Conservatorio y que desconozco si el Doctor Champions llevaba razón, pero seas deportista profesional o runner fofisano, el quirófano siempre son palabras mayores. Por eso al fisio le insisto en mi apuesta por el «tratamiento conservador y en los beneficios de los masajes, sobre todo cuando le veo sacar las agujas. Ni tengo el físico de Jefferson Lerma para recuperarme a toda leche ni alcanzo la voluntad de Iván para sobreponerme a tanta adversidad encadenada y ser más fuerte. Eso sí, gol tampoco he tenido nunca, aunque a estas alturas llevaría los mismos que todos los delanteros del Levante juntos.

El arte de continuar picando

Como con el clickbait, para que la gente siga picando hay que tener arte. Y Lucas Alcaraz, seleccionador de Argelia gracias a otro artista como Caparrós, lo tiene. Finiquito a la saca, otro más, aunque de él no me he acordado porque no pusiera a Iván, sino por cuando sabiéndose virtualmente destituido se ciscó en la planificación deportiva. Aunque podría haberlo hecho, Muñiz no ha salido nunca con que «la plantilla se nos ha quedado por completar». En lugar de eso, punto en boca y a tirar del carro con los de la temporada pasada hasta el partido de ayer, el primero en el que puso de inicio a Doukouré, Luna y Nano Mesa. En los titulares de Muñiz, los que da en la sala de prensa, no pincha nadie, pero ojito con sus silencios, que son terriblemente atronadores. Más que por su oratoria, y más allá del fútbol, el entrenador del Levante sí que da el perfil de introvertido y de que le gusta el piano. Ningún otro como él para tocar las teclas de un equipo que por encima de desgracias y reveses va décimo y nunca te desafina.

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