De los confesables, mi momento favorito de la semana es cuando me siento delante del ordenador para escribir esta contraportada y empiezo a reirme yo solo de una manera que cualquier día me encierran. Porque no me veo en un espejo, pero estoy convencido de que me brillan los ojos al pensar en la de gente que va a sentirse aludida al leerla. Siempre lo digo cuando llaman para echarme la bronca: «Soy responsable de lo que pongo, no de lo que interpretas que estoy queriendo decir». Eso sí, cualquier día voy y cambio el orden porque con lo segundo igual acabo ganando algún premio de las letras. A estas alturas seguro que ya habrá alguien convencido de que todo este rollo va por él... Uno de esos buenos lectores que ven fantasmas en cualquier línea, aunque siendo sinceros igual que los hay que las pillan al vuelo, algunos otros no se enteran ni poniéndoles en grande una foto de careto. En fin, que haciendo honor al eslógan de que «los goles más interesantes se marcan fuera del campo», hoy tan sólo voy a mandarle un mensaje y además directo a los delanteros del Levante para que no me hagan caso y ellos los metan dentro.

Confianza absoluta en Muñiz

Los que no me conocen están tan convencidos de que más allá de mi profesión y del Levante no me gusta el fútbol que hasta los que me conocen empiezan ya a dudarlo. La realidad, sin embargo, es que lo adoro desde la primera vez que pisé Mestalla y yendo con el Valencia canté un gol del Espanyol de pura emoción infantil después de un barullo dentro del área. Fue verle la cara de circunstancias a mi madre y enseguida rectificar: ¡Mierda!. Es el fútbol que me gusta, el que igual que la vida provoca emociones y recuerdos que duran para siempre. El fútbol que me permitió el otro día entrevistar a Muñiz y marcharme a casa satisfecho con sus explicaciones, convencido de que el bache se supera de la mano de profesionales que como él hacen mejores a los que tienen a su alrededor, incluido a un periodista que escribe cosas que luego se malentienden.

Dentro y fuera del campo

Soy crítico con la planificación deportiva, pero no es nada personal. Y, en efecto, he escrito tantas cosas al respecto que difícilmente no me habré equivocado en algo. Pero esta vez no hay pólvora entre líneas, lo aseguro. Hoy con esta columna sólo pretendo que se sienta aludido ese granota de cuna al que quiero que el Levante le dedique mañana la victoria y al que espero pronto de vuelta marcando goles «dentro y fuera del campo». La vida, como el fútbol, es demasiado buen negocio como para que no sepamos diferenciar qué es y qué no verdaderamente importante.

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