De pequeño mantuve la ilusión incluso después de haber visto a los Reyes Magos en plena faena descargando sus alforjas debajo del árbol. Recuerdo con total nitidez cómo preferí volverme por donde había venido y fingir que seguía durmiendo para no matarme yo mismo la ilusión. Salvando la distancia, hago lo mismo ahora que soy mayorcito y me acuesto todas las noches soñando con que, esta vez sí, el Levante va a traer a ese delantero que a estas alturas ya debería estar fichado y a las órdenes de Muñiz. Ese ariete soñado que el club granota siempre escribe con letras doradas en su carta por más que luego sus Majestades no le hagan caso y le acaben trayendo al que ellos se les antoja.

Sé, en efecto, que en todos los órdenes de la vida es un error generarse expectativas por encima de la realidad, pero estaremos de acuerdo en que lo hagas a o no siempre hay un punto de desilusión a la hora de abrir los regalos. Incluso aunque sean la releche, que últimamente no ha sido el caso en lo que a arietes se refiere. Te pones a pensar en, qué sé yo, ese pedazo de ´nueve´ que tanto bien nos haría, y al final te tienes que conformar con Boateng, todo pundonor pero con las ideas difusas en Cornellà cuando tenía que haber al menos chutado con peligro, como Nano en Málaga. Y aun así, yo confío.

Hay que ponerse de acuerdo

Lo mejor del Día de Reyes es la noche de antes, la que acabamos de dejar atrás, de eso no hay duda. Es el momento en el que se dispara la ilusión tanto de los que esperan los regalos como de los propios Reyes. Y eso que entre ellos, pese a que antes de Navidad estuvieron reunidos en el Ciutat, hay veces en que no se ponen de acuerdo sobre qué es lo mejor. Los tres comparten la idea, eso sí, de que lo mejor es invertir en un regalo estrella en vez de en regalitos para ir haciendo bulto. El ´todo al 9´ que vino a decir el miércoles el míster.

Rey más que Comandante

Por suerte el Levante necesita un delantero que meta goles y no un jugador que sea tan importante como Morales. El Comandante es alguien que aporta en las buenas y en las malas y que suma más que nadie cuando ocurre lo primero. El ejemplo fue el partido en Cornellà, donde tiró del carro como sólo él sabe hacerlo. El Moro, desde luego, es de los que nunca te desilusionan.

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