Hay tanto de lo que opinar que esta tiene pinta de terminar siendo la típica columna en la que escriba lo que escriba, lo haga con talante o con mala leche, meto la pata seguro. Así que vaya por anticipado que, como la del Levante en el mercado de enero, esta es, fiche lo que fiche el club, la crónica de un desastre anunciado. Desastre precipitado por mí mismo cuando a sabiendas de lo que se estaba cociendo con Koné, aunque sin luz verde entonces para contarlo, se me ocurrió poner con el corazón en la mano que, esta vez sí, habría delanterazo. Me la he comido, enterita. Y la verdad es que, a tres días de bajarse la persiana, estoy abierto a llevarme cualquier sorpresa agradable por la sencilla razón de que, curándome como el resto de mortales en salud, ya no espero nada bueno. A mí, como a Quico y a todo el levantinismo, me ha decepcionado Koné, que suena duro pero es lo mejor que se ha estado a punto de hacer pese a la locura de los tres kilos de la última oferta. Y yo, como todo el levantinismo, no entiendo ni comparto prácticamente nada de todo lo demás que ha ocurrido, de Rémy a Rubén pasando por Guidetti y otros ´nueves´. Diga lo que diga el club, que para eso es la fuente oficial y confirma y desmiente a discreción según su necesidad, todos los nombres que aquí hemos ido publicando han estado o siguen estando sobre la mesa, incluyendo algunos tan inverosímiles sobre el papel como el de Pazzini, un delantero que tiene pinta de pasar a la posteridad del mismo modo que lo hizo Adama Niane.

Con Dios y también con Alá

A estas alturas, con total sinceridad, me preocupa lo justo a quién ficha el Levante porque la permanencia va a pasar por los que están aquí. Me preocupa Roger y me preocupa sobre todo Muñiz, al que no me duelen prendas en haber defendido a capa y espada. En cualquier otro club el míster llevaría semanas destituido con una racha tan catastrófica de resultados y unas sensaciones tan malas. Sigo pensando, no obstante, que se trata de una víctima y no un culpable. A ver quién tiene narices, con todo lo que ha pasado en el mercado desde verano, de cargárselo cuando quien más y quien menos está colgando de un hilo y el clima en los despachos, a bronca diaria, es el que es. Las próximas semanas serán determinantes de cara al futuro y ante lo que se avecina no queda otra que tomar decisiones y dejar de mirar de lado. Menos mal, eso sí, que con la llegada de Fahad ayuda divina no faltará. Con Dios y Alá.

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