En realidad lo que hago siempre en este último rincón del periódico no es escribir, sino confesarme. Y esta semana voy a confesar que el domingo en San Sebastián la crónica la hice sin ver el partido. Mientras que el Levante se arrastraba por el campo, lo reconozco, yo no hacía más que teclear y teclear, ajeno totalmente al fútbol de la Real Sociedad y levantando la cabeza sólo para comprobar si Pazzini seguía haciendo aspavientos. Al descanso, quitando un párrafo, el texto lo tenía finiquitado, listo para mandarlo a imprenta a falta del tercer gol de Canales. Lo que viene siendo, perdón por ser tan poco original, la crónica de una muerte anunciada. Y es que lo que entonces me tenía absorto era si a la postre también sería la del míster. El titular, después de darle vueltas por eso de que en caliente no quería pasarme ni no llegar, fue lo último que puse. Veinticuatro horas antes del Consejo de urgencia en el Ciutat, el oficial, decía así: "Muñiz, contra las cuerdas".

El oficial y el oficioso

Escribo el oficial porque el oficioso fue realmente en las tripas de Anoeta. Allí los consejeros desplazados montaron un funeral improvisado con caras largas y eternos silencios que se prolongaron después en el autocar y en el avión. Si en lugar de a última hora los fichajes de enero hubiesen llegado en diciembre, como el de Coke, Muñiz ya no sería el entrenador del Levante. Es más, con sus pros y sus contras, si entre Tito, Carmelo y el propio míster la relación no fuese todo lo peculiar que es, hace tiempo ya que habría dejado el cargo.

Ni ciega ni para siempre

La realidad es ésa. Y la realidad es también que el Levante se encuentra ahora mismo en una situación realmente fastidiada en la que, al menos en este rincón, los pecados están de sobra confesados y cumplida la penitencia. No es el problema, pero ya puse en la crónica que escribí sin necesidad de ver el partido que, por desgracia, Muñiz tampoco ha sido hasta ahora la solución. Eso sí, como de momento se mantiene como entrenador sine die, ojalá lo sea pronto y ante el Betis los cambios funcionen. El equipo necesita un revulsivo y ningún fichaje lo ha sido, así que haber echado el lunes al entrenador habría sido no sólo un error, sino también una traición al modus operandi de un club en el que bajo el mandato de Quico se ha hecho caso a los técnicos incluso cuando se ha estado en desacuerdo con ellos. Confianza en Muñiz, sí. Pero ni ciega ni para siempre.

Más artículos de opinión de Rafa Marín, aquí.