Nunca sabremos qué fue antes, si el huevo o la gallina. Sin embargo, sí que podemos intuir que detrás del adiós de Carmelo del Pozo hay algo más que una suculenta oferta del Dépor. El hasta ahora secretario técnico, por debajo de Tito en el escalafón, ha sido responsable por sus atribuciones reales de numerosos de los éxitos y fracasos del Levante en materia de política deportiva y de fichajes. Su salida, a fin de cuentas, no es más que la constatación de las dudas del club en esta parcela y de la falta de feeling existente, en su caso mucho mayor que con Tito. Un año después del amago de hacerlo con dirección a Granada, Carmelo se va a A Coruña consciente de la falta de confianza en su labor y después de haberse tragado algún que otro marrón que no le tocaba.

De fuera o de adentro

La necesidad de reestructurar la parcela técnica pone ahora el foco de manera directa en la figura de un Tito que, aunque prefiera no ser consciente de ello, ha estado tan cuestionado como su hasta ahora mano derecha. El director deportivo, que igual que Carmelo ha cometido aciertos y errores, tiene cosas que como hombre de club al Levante le sientan como un guante. Sin embargo, la cuestión ahora es si Tito está o no en condiciones de asumir las labores de fichador, algo para lo que él se siente preparado, o si lo mejor para el club es traer a alguien de fuera o promocionar alguien de dentro. Que coincidiendo con los momentos de mayor incertidumbre, por cierto, hayan trascendido tantas informaciones sobre renovaciones o posibles fichajes, es algo humano y muy entendible ante una situación tan singular como la vivida.

Para llegar y no cagarla

El Levante ha estado mucho más cerca del abismo de lo que ahora nos parece después de que con SuperLópez a los mandos el Levante haya conseguido unos números de Champions o hasta de campeón de LaLiga. Este es, sin duda, uno de los momentos en los que los árboles no deben impedir ver el bosque. Para el club en general y para Quico en particular es necesario aprender de los fallos cometidos y, sin despilfarrar, no cometer los mismos a la hora de regatear esfuerzos en verano. El presente y futuro, con una Ciudad Deportiva por fin en la capital que marcará un antes y un después para la institución, es demasiado bueno y bonito como para llegar y cagarla.

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