La primera plantilla del Valencia Basket tuvo el lunes día libre, pero no los máximos responsables de que esos jugadores comiencen a rendir como de ellos se esperaba antes de arrancar la temporada. Para ellos fue una jornada más bien intensa. Paco Raga, director general, Chechu Mulero, director deportivo y Velimir Perasovic, entrenador del equipo, se reunieron en el pabellón para analizar la situación y, sobre todo, buscar soluciones. Nada excepcional a lo que se viene haciendo en las últimas semanas salvo por el hecho de que el tiempo apremia cada vez más y los resultados no mejoran. Ni los resultados ni el juego que despliega el equipo en la pista, como quedó demostrado el pasado domingo en La Fonteta. El coliseo taronja sufrió ante el Unicaja, por primera vez en mucho tiempo, una decepción difícilmente explicable con palabras. La pobre imagen que el Valencia Basket parecía tener reservada sólo para los encuentros a domicilio, llegó también a La Fonteta. Ya ni el jugar en casa es garantía de salvación para el equipo, que no perdía ante su público desde hacía 11 meses.

El crédito, por tanto, es ya limitado para todos. Tanto para el club como para Velimir Perasovic, que se juegan esta semana buena parte de su futuro en la presente temporada. Como ya informó ayer SUPER, desde la planta noble de la entidad taronja continúan confiando en el técnico croata, aunque existen ya dudas acerca de si conseguirá dar la vuelta a la situación.

No obstante, el club está dispuesto a apurar el margen con Perasovic, ese que se ganó brillantemente la pasada campaña y que cualquier otro entrenador en idéntica tesitura probablemente no habría tenido. Pero una cosa es apurar el margen, y otra bien distinta eludir la realidad y no exigir un cambio radical en la dinámica del equipo. Eso es precisamente de lo que se habló ayer, entre otras cosas, con el preparador balcánico, consciente de la necesidad de mejorar el juego y, consecuentemente, los resultados. De lo contrario, Velimir Perasovic sabe que la entidad taronja se verá obligada a tomar medidas más drásticas que sirvan como revulsivo para relanzar la temporada. Medidas en las que, como es lógico, aparece como principal damnificado.

El plazo para el técnico no excede de estos próximos seis días en los que el equipo recibe el viernes al Galatasaray en la Euroliga, y el domingo se mide al MoraBanc Andorra a domicilio. Choques que deben servir para encontrar ese punto de inflexión hasta ahora desaprovechado. Y es que dos son las oportunidades que ha tenido el Valencia Basket para invertir esta mala dinámica, y en ambas volvió a caer en los mismos errores.

La primera fue en Lituania ante el Neptunas Klaipeda, un rival teóricamente inferior y a cuyo partido llegaba después de haber vencido en La Fonteta consecutivamente a Laboral Kutxa y Rio Natura Monbus. Sin embargo, se perdió con justicia por 94-87 mostrando carencias que a día de hoy continúan muy vigentes.

La segunda fue este pasado domingo después de la metamorfosis sufrida en Atenas, donde aunque se perdió ante el Olympiacos el equipo dio un paso al frente en cuanto a competitividad y rendimiento. Una mejoría que todos esperaban confirmar con un buen resultado ante el Unicaja, y que se tornó en enorme decepción cuando los valencianos desaparecieron de la cancha en la segunda mitad. Muchas, por tanto, son las incógnitas a partir de ahora en este ´punto´.