El Valencia Basket cerrará el martes en la Fonteta ante el FIATC Joventut un 2014 en el que alcanzó su objetivo de competir con los grandes del baloncesto español y regresar a la Euroliga, pero en el que también ha vivido la frustración de no haber sabido disfrutar y asentar sus logros.

La conquista de su cuarto título, la clasificación para la Euroliga y la segunda mejor campaña de su historia en la ACB han dado paso en esta nueva temporada a una dolorosa eliminación del máximo torneo europeo y a una irregular trayectoria liguera que ha puesto en peligro su presencia en la Copa del Rey.

Entre ambos ejercicios, el club movió algunas de las piezas sobre las que había construido un eficiente equilibrio en la gestión deportiva, tanto en los despachos como en la pista. Tras haber renovado al técnico Velmir Perasovic, no llegó a un acuerdo para hacerlo con Toni Muedra, su director deportivo y el artífice de sus últimas plantillas. Para cubrir su marcha, nombró a Chechu Mulero, segundo entrenador del club en la última década y con el que el croata había formado un compensado 'tandem'.

La complicada situación en la que Perasovic afronta el último choque del año, con su crédito menguado, es el resultado del mal arranque de un equipo diseñado para asentar la privilegiada posición que se había ganado la pasada campaña.

El difícil camino que recorrió el Valencia hasta que el pasado 7 de mayo Rafa Martínez y Serhiy Lishchuk levantaron el trofeo de la Eurocopa no hizo sino aumentar su valor.

Jugó las últimas cuatro eliminatorias con el factor cancha en contra. En la primera, le salvó de la eliminación un tiro de Pau Ribas a falta de pocos segundos y en la última se tuvo que medir al potente Unics Kazan. Afrontó el tramo final de la ACB con la tranquilidad de tener ya una plaza en la Euroliga asegurada y firmó la mejor fase regular de su historia, con un juego brillante, fruto de una gran defensa y con Justin Doellman como estilete de un ataque coral.

Sus treinta victorias incluyeron dos ante el Unicaja y otras dos ante el Laboral Kutxa, lo que le confirmaba como el 'primero' de los equipo sin el respaldo de un club de fútbol. También ganó una vez al FC Barcelona y otra al Real Madrid, lo que avaló que podía competir con equipos que casi doblaban su presupuesto.

Llegó muy desgastado al 'play off' y sufrió para eliminar en cuartos al Cajasol. Una vez en semifinales, perdió en su casa los dos primeros choques ante el Barcelona y la campaña parecía haber acabado. Pero el equipo resucitó, logró dos victorias de enorme mérito en el Palau Blaugrana y forzó un quinto encuentro en el que, de nuevo en la Fonteta, solo sucumbió tras una canasta sobre la bocina de Marcelinho Huertas. La atronadora ovación con la que le despidieron sus aficionados fue el colofón a una brillante campaña que no ha tenido continuidad en la actual.

A los cambios en la dirección ya referidos, se unió la marcha de dos jugadores clave como Doellman y Oliver Lafayette, mientras que la llegada de jugadores de contrastada calidad como Kresimir Loncar, Luke Harangody, el ya cortado Dwight Buycks, o Guillem Vives no ha evitado un brusco descenso en el nivel de juego.

El empuje de la Fonteta ayuda a compensarlo en casa pero su pésimo balance como visitante, con dos victorias en doce partidos, está siendo una losa muy difícil de llevar.

A remolque durante toda la primera fase e incapaz de competir de manera regular, la Euroliga en vez de un sueño ha sido una pesadilla que ha lastrado la trayectoria liguera.

El equipo arrancará 2015 rodeado de dudas pero, paradójicamente, con la ventaja de que al volver a jugar la Eurocopa, tiene de nuevo dos vías de acceso para volver a disputar la Euroliga.