Los componentes del Valencia Mestalla disfrutaron ayer de una divertida capea para poner fin a una temporada en la que el equipo ha logrado la permanencia en Segunda División B. Futbolistas y miembros del cuerpo técnico intentaron sacar agallas sobre el ruedo para demostrar sus conocimientos taurinos, pero a la hora de la verdad fueron pocos los que se atrevieron con el capote, los quiebros o los saltos.

La expedición partió de Paterna a primera hora de la mañana rumbo a Torás, población del Alto Palancia.

Por el camino, piques, burlas y muchas promesas… pero fue abrirse la puerta de toriles y los burladeros se quedaron pequeños para tanta gente. Míchel fue el encargado de tocar la campana que ponía inició a la capea y, fue por el brío de la vaquilla o simplemente por respeto, que a los jóvenes jugadores les costó un rato echarse al ruedo. Riau fue el primero en sacar a relucir la valentía… y también el primero que embistió el animal. Tanto se rieron sus compañeros, y porque no decirlo también por el buen golpe que se llevó en la rodilla, que prefirió dejar el arte del toreo para otro día. Ya no salió más al ruedo.

La mayoría de los que estaban en la arena trataron de mantenerse bien alejados de la vaca, pero los hubo, como Salva, que con capote en mano levantó los primeros olés de la mañana. El portero fue el que más casta le echó con quiebros, verónicas y un intento un tanto extraño del salto del ángel. No fue el único pero sí el más insistente. Rubén, Guaita, Ángel y el propio Paco Camarasa, segundo entrenador, también lo agarraron para darle algún que otro capotazo y hasta saltar la vaquilla, en el caso del ex jugador. En la barrera, los más habituales, Arturo, Ximo Forner o Míchel, que abrió los toriles… y poco más. El míster, Óscar Fernández, no se soltó del burladero ni un segundo, mientras del cuerpo técnico también le hecho agallas el médico aunque sólo fuese una aparición.

Mientras los chicos se lo pasaban en grande, Salvador Gomar, delegado social del Valencia Mestalla, cocinaba una paella para chuparse los dedos durante el descanso. Debió ser que recargaron las pilas, o que los más valientes convencieron al resto, que cuando retomaron la capea se vieron nuevas caras delante del toro. En esas, Ximo Navarro intentó correr la vaca pero la intención le costó el revolcón de la tarde. Cuando ya alcanzaba la pirámide donde se resguardan en el centro de la plaza, le embistió con fuerza y lo envió a la otra parte de la pirámide. La jornada terminó con una vaquilla muy pequeña (ahí sí que salieron todos) y un partido con el animal por medio. Con el balón, claro está, es otra historia.