Fue la imagen del partido. Miguel Ángel Moyà, el flamante guardameta fichado este verano procedente del Mallorca, jugó ayer en Old Trafford... ¡de centrocampista!. Emery decidió cambiar a todos sus jugadores de campo en el descanso como venía haciendo en los partidos anteriores pero ayer, tras la lesión de Carleto, decidió que lo mejor para el equipo, antes que acabar jugando en inferioridad numérica (aún quedaba media hora larga y , como Zigic no se había podido vestir de corto por problemas burocráticos no había ningún otro cambio en el banquillo) era que Moyà entrase al terreno de juego como jugador de campo.

En el minuto 64 el cancerbero saltó al césped del ´Teatro de los sueños´ —emulando al guardameta valenciano José Molina con la selección española ante Noruega a las órdenes de Javi Clemente— luciendo el dorsal 24, con la mejor de las voluntades y, tras la reestructuración del equipo (Marchena pasó a central y Alexis a lateral izquierdo), se ubicó en el centro del campo junto a Banega.

Números correctísimos

A partir de ahí, en los 27 minutos que estuvo sobre el césped, entró en contacto ocho veces con el esférico y sus números se resumen en: dos recuperaciones, ninguna pérdida, ocho pases bien —uno de ellos de tacón y otro de espuela— y ningún diparo a gol. Moyà no se complicó cuando le llegó el esférico y, aunque inicialmente se le vio algo atenazado, a medida que fueron pasando los minutos incluso se atrevió a moverse entre líneas en alguna ocasión y a pedir la pelota, aunque hay que reconocer que con poco éxito puesto que dio la sensación en algunas fases de que sus compañeros preferían evitar entregarle el esférico.

Los minutos fueron transcurriendo y, aunque con él en el campo el Valencia encajó el segundo tanto, lo bien cierto es que Miguel Ángel se puede decir que cumplió. El propio guardameta, recién aterrizado en Valencia hace unas semanas, reconoció en una entrevista a SUPER que de niño era jugador de campo pero que decidieron trasladarle a la portería por la envergadura... y demostró que algo le queda de aquella etapa.

Tras la finalización del encuentro, el guardameta se despidió de los jugadores rivales y, casi en el centro del campo, se dio un abrazo con su compañero César.

El Valencia visitó un campo histórico y para la historia quedará la anécdota: acabó jugando con dos porteros.