Los 65 años se han establecido como la edad legal de la jubilación. Ese momento en el que se abandona una larga y fatigosa vida laboral para vivir un merecido descanso. Pero que nadie se asuste, el mítico Mestalleta tan sólo ha alcanzado la efeméride. Nada más. La juventud de sus jugadores sigue siendo el motor para forjar talentos, hombres como Puchades, Fernando, Tendillo, Claramunt, Guillot, Arias, Robert, Subirats, Voro, Giner, Piquer… Hoy hasta siete futbolistas del Valencia de Unai Emery se curtieron en filial: David Navarro, Silva, Jordi Alba, Albelda, Míchel, Pablo y Miku. En el pasado otros como Pep Serer, Paco Camarasa y Paquito dieron sus últimos coletazos en el Mestalleta.

Precisamente ayer el segundo equipo del club del murciélago, que milita en el grupo III de la Segunda división B, celebró su 65 aniversario. La semilla del CD Mestalla se sembró, a imagen y semejanza de lo que ocurrió en el Bar Torino con el VCF en 1919, en otro bar de la ciudad por un grupúsculo valencianista. En este caso, en el Aparicio. El primer presidente fue Federico Blasco, acompañado en la directiva por por José Vallés, Vicente Peris, Manuel Valero, Antonio Aparicio, Joaquín Aracil, Vicente Bordes, José Planchadell y Juan Ramón Chiva, representante del VCF y padre de quien años después sería presidente, José Ramos Costa. Aquellos aficionados procedían del CD Cuenca, que jugaba en la calle del mismo nombre cerca del mercado de Abastos.

La ascensión del filial sorprendió a propios y extraños. Tras el debut en la liga de Adheridos, subió a Tercera División y a Segunda (entonces no existía la Segunda B) de año en año. El gran éxito de los jóvenes, que jugaron en el gran estadio hasta que la Ciudad Deportiva fue una realidad, fue el ascenso a Primera en el curso 1951/1952 después de acabar segundos. Pero el presidente valencianista, Luis Casanova, renunció a tener al filial en la máxima categoría, «lo cual era tanto como comenzar la liga con cuatro puntos de ventaja». «Eso hubiera sido jugar sucio y la honorabilidad del club no podía permitirlo. Lo sentí muchísimo por el esfuerzo que hicieron los jugadores, socios y afición», añadió Casanova. Aquella decisión fue un mazazo y generó una agria polémica interna. El Racing se quedó con la plaza y fue el beneficiado.

El Mestalla volvió a dar que hablar merced a tres duelos coperos frente a Madrid, Atlético y el propio Valencia. Los dos hermanos se las vieron en la 63/64, pero el primer equipo resolvió con claridad con un global de 7-0. Un año después el filial ganó en la ida copera al Madrid (2-1). Mestalla vibró con aquel choque, aunque en la vuelta el equipo encajó seis goles.

Por último, en 1991 por imposición de la UEFA el nombre del equipo pasó a ser Valencia B y perdió sus distintivos de identidad: el azul en el cuello, en las mangas, en el lateral del pantalón y en las medias, su escudo propio y la bandera que se izaba en los partidos jugados en casa.