Banega cuenta una historia que tiene pasajes de esos que llenan páginas de leyendas del fútbol. Nació en un barrio humilde de Rosario, ciudad natal de Lionel Messi, donde comenzó a dar patadas a un balón con un par de botines —«el regalo de mis padres al que más cariño tengo»— que compartía con sus dos hermanos mayores. La vida ahora le sonríe, aunque la suya no ha sido fácil. Banega, amén de hacer propósito de enmienda en su nueva etapa en el Valencia, tiene un objetivo a corto plazo: «Quisiera marcar un gol para poder dedicárselo a mi hijo». Porque Banega tiene ya descendencia, un pequeño de tres años que vive en Argentina.

Pregunta—Ya le ha cogido el punto al fútbol europeo.

Respuesta—Poco a poco. Llevo ya dos años, algo he pillado (ríe). Aquí se juega con mucha velocidad, pero le voy cogiendo la mano. Además, esta temporada ya no puedo regalar más, así que tengo que darlo todo para coger el ritmo.

P—¿Tanto ha regalado?

R—Pues casi dos años de mi vida. Los que llevo sin jugar con continuidad. He perdido mucho fútbol y ya quiero dejar de tener tanto vacío. Es el momento de aprovechar la oportunidad que se me da, porque nunca se sabe si la volveré a tener.

P—Se comenta que Éver Banega ha cambiado, ¿en qué?

R—En muchas cosas. Lo de llegar siendo tan chico ya es una excusa caduca. Ahora soy más persona, estoy más asentado, tanto en la vida como en el fútbol español. He cambiado el ambiente en el que me ha tocado vivir y ahora soy consciente de lo perdido y también de que tengo fútbol que dar.

P—A Banega se le dejó caer en una ciudad como Valencia siendo un chaval de 19 años. ¿Le faltó alguien que le guiara?

R—Fue un cúmulo de cosas. Fue un cambio raro, brutal. Venía de un momento bueno en Boca, allá lo jugaba todo. Llegué y a las pocas semanas acá ni me convocaban, Tuve un bajón, me equivoqué haciendo cosas y lo pagué.

P—¿Le ayudó alguien?

R—Los compañeros, mucho, más de lo que la gente se puede creer. Y por ello me siento muy orgulloso de estar en este vestuario y por ello quería volver al Valencia.

P—¿Se sintió acosado?

R—Mucho. Ahí me equivoqué, por cosas que hice y por cómo me las tomé. Lo reconozco. Desde el día que llegué las críticas por cosas extradeportivas me rodearon y también pagué la crisis del club, me atacaron desde un principio. Tenía 19 años y lo pasé mal, me equivoqué, pero lo pasé mal. Me vine para abajo por el tema de la prensa, pero lo tomé de una forma y he cambiado, lo que quiero es hacerles hablar a ustedes solo de Banega como futbolista.

P—En ocasiones nos olvidamos de que sólo tenía 19 años...

R—No es eso. Era tan joven como mucho pagaron también por mí. Es normal que hubiera presión, pero yo estaba preparado para una presión futbolística, no la que sufrí. Me tocó venir en una mala época y por suerte ahora todo eso pasó y he aprendido de ello.

P—Entre Argentina y España, además del fútbol, ¿cambia la prensa?

R—Sí, sí, sí, acá es un poco más dura, pero también se paga más al jugador. El futbolista tiene que estar a la expectativa de esas cosas y tener la cabeza en el fútbol. Uno tiene que darlo todo en cada entrenamiento y ser consciente que si no hace las cosas bien la prensa le va a dar. Pero no me molesta, porque están en todo su derecho porque es su trabajo y uno tiene que tomarlo como viene.

P—Por ejemplo, ¿le molesta que le comparen con Baraja?

R—Bueno, se habla mucho aún de Banega es como éste o como aquel, aunque algo ya he ganado, y es que de Banega se hable por lo futbolístico. Lo extradeportivo pasó a otro época. Que me comparen con Baraja no me molesta, porque es un referente, como en su día lo era Gago para mí, aunque sí es más de lo mismo, lo de mismo. Quiero conseguir que hablen sólo de Banega, de mi persona, sin comparaciones.

P—¿En qué tiene que mejorar?

R—En todo. Me queda mucho por mejorar y sé que puedo hacerlo. En defensa es ahora en lo que más quiero mejorar, porque el entrenador insiste mucho. Pero hago muchos movimientos en los entrenamientos que espero que me salgan luego en los partidos.

P—¿Tiene una espina clavada?

R—No. Tengo ilusión por triunfar acá, de darle al Valencia todo lo que me dio y de demostrar que no se equivocaron conmigo. Mire, hace cuatro años yo veía a jugadores como Villa, Baraja... por televisión. Lo hacía desde Argentina, cuando ni siquiera estaba en el primer plantel de Boca. Los miraba con admiración, porque el Valencia es un grande de Europa, y ahora estoy acá, con ellos. ¿Una espina clavada? Para nada, soy un afortunado por jugar acá. Jamás se me pasó por la cabeza que todo iba a pasar tan rápido ni menos que el Valencia iba a llamar a mi puerta. Son cosas de la vida y tengo que subirme al tren.

P—¿Tiene previsto alguna dedicatoria especial si marca un gol?

R—Sí, a mi hijo.

P—¿Tiene un hijo?

R—Sí, de tres años. Está en Argentina con su madre. No lo puedo ver mucho, pero bueno, me gustaría tenerlo conmigo, pero hay cosas en la vida que no pueden ser. Por ello si marcara un gol sería muy feliz por poder dedicárselo.

P—Perdone que se lo diga, pero su vida es una caja de sorpresas.

R—Hay muchas cosas de mi vida que la gente no sabe. Fui padre cuando jugaba en las inferiores de Boca, cuando no jugaba, lo tuve ahí y ya tiene tres años. Está grande y con ganas de verlo. Es muy lindo ser padre, pero me hubiera gustado verlo más.

P—¿Cómo lleva la distancia?

R—Son muchas las cosas que no he podido vivir de mi hijo, porque me pasé el tiempo de bebé viajando y ahora estoy acá en Europa. Uno siempre lo tiene presente y en la distancia siempre trato de darle lo mejor, aunque me falta el tenerlo más en brazos, pasar más tardes con él.

P—Como quien dice, hace cuatro días aún jugaba en el Alianza Sport contra un chavalín llamado Messi.

R—¡Sí ha pasado una vida! Allá estuve de chico, un equipo que nunca olvidaré. Había un equipo de primera y otro de segunda, en el que yo empecé. Ascendimos, éramos un gran grupo, de allí son mis verdades amigos... y al año se me cruzó el Boca en mi camino.

P—De sus compañeros de entonces, ¿alguno ha seguido su camino?

R—De mi equipo creo que no. Sí jugábamos contra Messi. ¡Era ya bárbaro! Pero de entre mis amigos, ninguno. Para muchos de mi barrio la vida ha sido dura y se han perdido. Me pasa que cuando vuelvo a mi casa hay gente que me saluda y me dice: «¡ey, ey, como andais!» Yo los miro y hasta que no me dicen soy tal, no los reconozco. La vida no siempre es fácil, y de eso también he aprendido.

P—Ahora que es una persona popular, ¿se siente extraño cuando regresa a sus orígenes?

R—La verdad es que sí. Porque uno no cambia, pero el fútbol te cambia. Yo ahora voy por las calles donde daba guerra y ahora me siento observado. Voy a hacer compras con mis padres y me siento que me miran, gente que conozco de toda la vida ahora me miran diferente. Pero me gusta volver a casa. Allí me siento feliz.

P—¿En qué momento le cambia el fútbol la vida?

R—¿Profesionalmente? Cuando Basile me llamó para entrenar con el primer plantel de Boca. Tenía 16 años. Jugué un año en inferiores y me llamaron para un día suelto. Lo hice bien y Basile me dijo que volviera al día siguiente. Nunca más baje.

P—¿Es Basile su mentor?

R—Basile fue el que me vio, lo cual siempre se lo agradeceré, pero Miguel Ángel Russo fue el entrenador que tuvo el valor de ponerme. Entonces estaba Gago en Boca. Era una de las estrellas del equipo. Pero lo vendieron en 2007 y todo lo bueno empezó para mi. Russo apostó y siempre traté de no defraudarle. Creo que cumplí. A los diez meses estaba en el Valencia.

P—Habla de Boca, pero lleva un tatuaje de otro equipo...

R—Sí, de Newell´s Old Boys, de Rosario. De chico siempre fuí aficionado de Newell´s, y lo sigo siendo, porque los futbolistas tenemos sentimiento como los aficionados.

P—Central y Newell´s Old Boys. Dos equipos en Rosasio y ni usted ni Messi salieron de allí. Curioso.

R—Es que llegar a ser profesional del fútbol es muy difícil. ¿Sabe la de chavales en Argentina que juegan de maravilla al fútbol en campos de barrios? En nuestro caso ni Messi ni yo tuvimos chance en Rosario ni en Newell´s. A Messi lo quiso el Barcelona desde muy chico y a mi Boca.

P—Da la sensación que nadie tiene que contarle lo mal que se pasa en tiempos de crisis...

R—No. Por desgracia, no. Nací en un barrio humilde y he ido pasando etapas. Mis viejos siempre trataron de darnos lo mejor a mi y a mis hermanos (cuatro), pero siempre con lo justo, nunca nos acostumbramos a tener de más, siempre lo justo y necesario, que era todo lo que nos podían dar. Por eso ahora trato de ayudarles, a ellos y a mis hermanos, sé que todo lo que les puedo dar con dinero no llegará a la mitad de todo lo que ellos me han dado en la vida.

P—¿Guarda especial cariño a algún regalo en concreto?

R—Por supuesto. A unos botines de fútbol que nos pudieron regalar a los tres hermanos mayores. Uno para los tres.

P—¿Y quién se los ponía?

R—Los tres, porque jugábamos en un mismo club, aunque en equipos diferentes. Como calzábamos los tres más o menos la misma talla, uno jugaba a la once, se las dejaba al que jugaba a la una y luego llegaba yo, que lo hacía a las tres. ¡Los botines no daban para más!

P—¿Alguno de sus hermanos se ha dedicado al fútbol?

R—Todos juegan en Rosario, pero en equipos menores. No tuvieron suerte de llegar a ser profesionales.

P—¿Ha pedido autógrafos?

R—Sí, una vez, cuando fui a jugar a River en la contra de Boca. Había un portero que se llamaba Comiso. Yo estaba con unos compañeros y de repente llegó a saludarnos, y mi reacción fue pedirle un autógrafo.

P—Y ahora se los piden a usted...

R—Y a los niños se los firmo encantado, pero no porque me guste ser protagonista sino porque a los niños hay que darles todo. Recuerdo que cuando era chico me volvía loco cuando veía a un futbolista... y si no me devolvía un saludo, decía: «!Qué mala persona!». Si alguna vez me pasa que no firmo un autógrafo a un niño es porque no me doy cuenta, porque a un niño hay que darle todo el cariño que uno puede.

P—¿Un futbolista tiene amigos?

R—Amigos hay muy pocos en la vida. Los únicos buenos amigos de un futbolista son los que lo eran cuando no eras nada.

P—Dicho de otra manera, muchos interesados...

R—Uno tiene que saber qué personas estaban toda la vida a tu lado, gente que te ha aguantado todo, no los que se arriman por lo que tienes y no por lo que sos.

P—¿Lo ve venir?

R—Lo intentas. Uno se suele dar cuenta. Pero esto está montado así y uno sabe los que son amigos de verdad. La familia, la novia y los de toda la vida, poco más.

P—¿Algún futbolista?

R—Acá en el fútbol todavía no me ha dado tiempo a tener ninguno. En el fútbol hay más compañerismo que amistad.

P—Ahora que toda ha pasado, hablemos de los últimos días de mercado, ¿por qué no se fue?

R—De ello hablo encantado. Eso es fútbol. Por ahí es bueno que hablen de uno, eso es que hice una pretemporada digna como para que hubieran equipos que me quisieran. Y no me fui porque ninguno de los dos equipos que vinieron me convencía. Más allá del dinero que se pueda pagar, uno tiene que sentirse cómodo futbolísticamente y acá en Valencia lo estoy. Creo en el proyecto, respeto al club y me gusta el grupo, los compañeros...

P—¿El club le presionó?

R—Es que en pretemporada nunca pensé que iba a tener esta oportunidad. Yo pensaba que no me iba a quedar, vine con esa idea, y lo que traté es de hacer una buena pretemporada para estar bien preparado para cuando me fichara otro club. Luego las cosas me salieron bien, comencé a convencer al entrenador y seguí trabajando como hasta ese instante. He jugado muchos partidos y empecé el campeonato de titular.

P—Y eso que Emery fue claro con usted, cuando le dijo que no había hecho nada hasta entonces para quedarse en el Valencia.

R—Él siempre fue claro conmigo, vino a hablar de frente siempre conmigo. Sentí presión por los dirigentes, que me han mandado decir que querían que aceptase la oferta, lo que pasa es que yo siempre dije que no escuchaba nada, que me quería pensar y tengo que decir que respetaron mi voluntad.

P—Cambiando de tercio, vaya palo le dio Brasil a Argentina.

R—Uff.. Muchísimo. Lo ví en un bar y me quería morir. Quedan tres partidos y por el bien del país que lo saquen y nos clasificamos.

P—Como Gago no juega en el Madrid, en Argentina ya le reclaman...

R—Ey, sin prisas, espere a que juegue unos meses de seguido acá y entonces ya hablaremos.