Lo peor del encuentro liguero ante el Sporting de Gijón no es que se escaparan dos puntos y el coliderato en el minuto 86. Más grave es aún que el Valencia confirmase el domingo que le cuesta horrores asegurar una victoria hasta en superioridad numérica. Los pupilos de Unai Emery, que sí están dando la talla en ataque, están mostrándose demasiado endebles en las tareas de contención y ya han concedido cuatro tantos innecesarios en el primer mes de competición.

Poco ha durado el optimismo que transmitía la retaguardia en el arranque de la temporada. Ya prácticamente nadie se acuerda que no hubo ningún error de bulto y que apenas se encajó un gol en el doble enfrentamiento ante el Stabaek y la visita del Sevilla a Mestalla. Los últimos tres partidos, aunque no hayan originado ninguna derrota, han vuelto a poner en el disparadero el entramado defensivo blanquinegro. Cinco dianas y cuatro errores de bulto confirman el agujero y se antojan demasiado lastre para poder luchar por las plazas de Champions y ganar algún título.

Poco hay que reprochar de los números ofensivos de los valencianistas. Ocho tantos a favor en las tres primeras jornadas del campeonato constatan el potencial y el buen momento de forma de los Villa, Silva, Mata, Pablo o Banega. El problema es el paupérrimo rendimiento en defensa, que queda en evidencia hasta en la propia clasificación de la Liga BBVA: los de Mestalla son los que más veces han recogido el balón de su portería de aquellos situados la zona noble de la tabla a estas alturas.

La pesadilla comenzó en Valladolid. Allí, pese a la victoria final por 2-4, llegó la primera de las censurables concesiones al contrincante. Moyà no atajó ni despejó con contundencia un disparo desde fuera del área y permitió que Nauzet le fusilase a bocajarro. El postrero tanto de Manucho, aunque fuera en un remate en solitario en el área pequeña, sería más achacable al mérito de la jugada pucelana y a un inoportuno resbalón de Dealbert.

Fue Bruno quien expuso la endeblez valencianista en Lille. Con el triunfo casi asegurado y el tiempo agotándose, el lateral catalán se complicó la vida, golpeó su despeje contra un jugador francés y permitió que Gervinho encarara con ventaja a César. La consecuencia: 1-1 y dos puntos menos —curiosamente también en el minuto 86— en el primer partido de la fase de grupos de la Euroliga.

Pero la gota que colma el vaso es lo ocurrido ante el Sporting. En el último duelo es donde más se vieron las carencias de los de Emery. Éstos desaprovecharon la expulsión Míchel y los dos goles del Guaje pese a tener el factor anímico a su favor tras remontar un 0-1. Las facilidades con las que Barral, Gregory y Bilic pudieron disparar a puerta —el balcánico no marcó de milagro— tuvieron la culpa.