El Valencia ganó en Mestalla con el rombo de Santander. Un experimento táctico sin interiores que ayer no convenció plenamente al cuerpo técnico, pero sí sirvió para que el equipo resolviera el partido con solvencia después de mucho tiempo. El rombo es una variante ofensiva válida, pero es mejorable. Aún ofrece inseguridades. Ayer se demostró. El equipo no empezó a asimilar el nuevo dibujo hasta el descanso. Hasta entonces el rombo era una especie de embudo que concentraba todo el fútbol de ataque por el centro. Fue en la segunda mitad cuando Topal, Tino, Banega y el Chori comenzaron a asociarse en el centro del campo y llegaron los mejores minutos.

Emery quedó satisfecho con el experimento de El Sardinero, le convenció, lo trabajo durante dos entrenamientos a puerta cerrada y apostó por el rombo para jugarle de inicio al Hércules. Sin bandas. Sin Pablo y Joaquín. Sin los lesionados Mata y Vicente. El técnico vasco repetía con el mismo dibujo de la segunda parte de Santander. Topal en el eje defensivo, Banega cayendo por la derecha, Tino Costa por la izquierda y el Chori Domínguez en la media punta. Un rombo que durante muchos minutos se convirtió en un embudo. El Valencia concentraba su ataque por el medio. Su juego era previsible y el Hércules supo contrarrestarlo acumulando jugadores en posiciones centrales. La mejor arma ofensiva del equipo en la primera media hora fueron los lanzamientos lejanos. Probaron los tres argentinos. Tocaban, tocaban y tocaban, pero nunca con profundidad. Las ocasiones siempre acababan en el mismo sitio. El único factor de sorpresa era Bruno. Con eso está todo dicho. Suyos fueron los único centros desde el costado. El catalán, como el francés, tenían todas las bandas para ellos solos y llegaban asfixiados a la línea de fondo y sin precisión en el pase. Tuvieron que ser las jugadas a balón parado las que llevaron el peligro a la portería de Calatayud. Con una falta directa del Tino y un córner del Chori que murió en el palo a disparo de Topal. Sin fluidez y profundidad en el juego, tuvo que ser una jugada rocambolesca la que se convirtiera en gol.

El Valencia mejoró en la segunda parte. Por la experiencia de la primera parte, por las palabras de Emery o por lo que fuera. Lo cierto es que el equipo empezó a acoplarse al rombo mejor. Con más ofrecimientos, con mejor salida de balón, con más balones entre líneas, más apariciones de Mathieu, más movilidad y verticalidad. Fue así como se llegó con más peligro a la portería de Catatayud. Avisó Aduriz con un remate de cabeza a pase del francés y sentenció Tino con un disparo de falta magistral. El partido estaba sentenciado.

Regresó al 4-2-3-1 al final

Ya con el resultado a favor, Emery dio entrada al joven Isco para que jugara entre líneas en la posición del Chori. Minutos más tarde, el técnico vasco volvió al clásico 4-2-3-1 con la entrada Jordi Alba y de Joaquín. El equipo volvió a su dibujo tradicional con Tino y Topal en el mediocentro, Jordi por izquierda, Joaquín por la derecha, Isco en el enganche y, como única referencia ofensiva Soldado. El valenciano tuvo dos goles en sus botas al final haciendo de ´9´, pero las desaprovechó. Daba igual. El rombo había matado el partido. ¿Repetirá Unai en el Vicente Calderón?