Lo suyo es todo un arte. Un ritual y una manera muy personal, pero sobre todo efectiva, de ejecutar las faltas. Porque hacía muchos años, quizá desde la época de Pedja Mijatovic, y anteriormente de su compatriota Mario Alberto Kempes, que el conjunto de Mestalla no disfrutaba de un especialista de la talla de Tino Costa. Y es que el argentino, tras el tanto anotado el pasado domingo frente al Hércules, se ha convertido por méritos propios en una de las referencias de la Liga BBVA en las acciones a balón parado.

Sus números están ya a la altura de los del ´León´ Gabilondo y de Cristiano Ronaldo, los mejores hasta ahora en esa faceta. Incluso por encima, porque, sin ir más lejos, el madridista ha necesitado hasta 37 oportunidades más para conseguir el mismo propósito: dos tantos de falta directa. Pero es que el de Las Flores tuvo un maestro de lujo en la distancia a su paso por Francia. El ´24´ blanquinegro, más allá de sus cualidades innatas, estudió cada fin de semana todos los detalles de la forma de chutar de uno de los mejores de la historia, Juninho Pernambucano.

Tino, como el ex del Lyon, no necesita demasiada carrera para poner el balón lejos del alcance del guardameta rival de turno. Tres o cuatro pasos, a lo sumo. Tampoco emplea mucho tiempo en pensárselo, como quedó de manifiesto en el encuentro autonómico disputado anteayer en Mestalla. Su primera intención era buscar el palo largo con potencia y a última hora cambió de opinión y decidió rebasar la barrera con un suave toque ajustado al palo izquierdo de la portería de Calatayud.

Ya no hay nadie que le discuta su condición de lanzador oficial de faltas en la plantilla que dirige Unai Emery. Si un compañero quiere probar fortuna alguna vez, antes tiene que pedirle permiso. Como sucedió en la mencionada acción del 2-0 ante los de Esteban Vigo, cuando Chori quiso coger la pelota y Costa se hizo fuerte con ella. «La siento bien», le dijo a su compatriota. Y no le faltaba razón, como se vería unos pocos segundos después.

El futbolista de Las Flores había avisado en la primera parte. En una falta lateral, cerca del córner derecho, con un centro-chut envenenado al primer palo que tuvo despejar Valdez cuando ya se colaba directamente en la portería blanquiazul. Una acción casi idéntica a la que el propio mediocentro considera como el gol de falta más importante en toda su carrera profesional: el que permitió el ascenso del Montpellier a la Ligue 1 gala, tras ganar al Estrasburgo, el 29 de mayo de 2009.

Es el amplio ramillete de posibilidades que maneja el que hace todavía más peligroso a Tino Costa a balón parado al borde del área. Saber por dónde saldrá el centrocampista argentino es prácticamente imposible, ya que alterna zambozazos de empeine, como el que anotó hace mes y medio en Anoeta desde 30 metros, con otros golpeos más sutiles de interior, como el del domingo contra el Hércules. Lo que nunca baja es su efectividad. Ni en jugadas normales: ha necesitado solo 11 disparos para conseguir cuatro tantos en la Liga BBVA.

Las prestaciones del mediocentro —que a nivel blanquinegro se queda con su trallazo en Liga de Campeones ante el Bursaspor «por el valor sentimental»— están siendo claves en el notable arranque de año de los de Emery. Más aún, si cabe, ese punto ambicioso que le caracteriza. «Siempre fue nuestro objetivo acabar terceros; y ahora estamos a un solo punto del Villarreal», comentó ayer Tino, quien destacó que el Valencia «supo aprovechar» la oportunidad que se les presentó el pasado fin de semana: «los rivales directos perdieron y se nos pusieron las cosas de cara».

«Satisfecho» como por cómo van las cosas a nivel particular y colectivo, Tino no para de marcarse metas para lo que queda de temporada. Uno, evidentemente, es meterse al conjunto de Mestalla en la próxima Liga de Campeones y llegar lo más lejos posible en la actual. Otro, alcanzar o superar los siete tantos en competición doméstica que prometió en verano. Y un tercero, hacerse «un hueco en la selección argentina», donde compartiría vestuario con el también valencianista Banega y Messi, en su opinión, «el mejor jugador del mundo con diferencia».