Son ya tantos partidos y tantas batallas, ¿quién le iba a decir a Carlos Diarte que a los cincuenta y pico le quedaba por jugar el partido más duro de su vida?

—Pues así es, este es un partido supercomplicado, pero los partidos hay que jugarlos. Yo siempre he sido un ganador, estoy jugando y a cada minuto solo pienso en buscar el camino del triunfo.

—Fue hace menos de un año, recuerdo que ese día habíamos quedado para comer y venía de hacerse unas pruebas médicas a causa de unas molestias en la espalda. La cosa fue mal, ¿qué le descubrieron exactamente?

—Un oncocito carsinoma no muy frecuente, generalmente aparecen en la glándula parótida y son benignos, pero en mi caso salió maligno. Luego hizo metástasis y aparecieron dos tumores en la parte baja de la espalda que hemos tratado con cuatro sesiones de quimioterapia. En la última revisión los tumores se mostraban inactivos, espero que sea así por mucho tiempo, pero no hay que relajarse.

—¿Cómo fue ese momento en que fue consciente de la gravedad?

—A ser sincero, ha sido un golpe bastante duro para mi, porque de estar bien, de estar entrenando, jugando mis partidillos, de haber firmado con Guinea Ecuatorial como seleccionador, pues cuando más ilusión tenía dentro por este proyecto todo se complicó, apareció este rival inesperado y, bueno, ahora he tenido que dejar muchas cosas y dedicarme solamente a combatir con todas mis fuerzas para intentar volver a ser la persona que era antes.

—Bueno, pero salvar la vida es lo principal, todo lo demás ahora mismo no importa, ¿no?

—Era una cuestión de vida o muerte, en Guinea no tienen los medios que hay aquí para tratar estas enfermedades, así que no tenía elección. Pedí un permiso a la Federación para poder recuperarme en Valencia y, eso sí, me gustaría mostrar mi agradecimiento a las personas que me están tratando, en este caso la administración del hospital Peset, la doctora Maeztu y el doctor Guillén, que también me presta mucha ayuda, con ellos estoy más que contento y tranquilo.

—Pero hemos leído que Guinea tiene nuevo seleccionador, ¿cómo ha terminado su relación con ellos?

—De momento he hablado con el presidente y me ha dicho que solucionaremos todos los problemas. No he acudido a FIFA porque me han prometido que lo arreglaremos. Yo estoy muy agradecido a Guinea por la oportunidad que me dio y no tengo por qué denunciar, pero si el tiempo va pasando y no solucionan las cosas pues lamentablemente tendré que recurrir a FIFA porque en estos momentos el seleccionador de Guinea Ecuatorial soy yo.

—¿Y cómo es que han presentado a Henry Michel hace apenas unas semanas?

—Sí, y ha dirigido incluso algún partido, pero yo tengo un contrato firmado, no entiendo cómo la FIFA ha dado luz verde.

—¿Se puede decir que le han apoyado los dirigentes de Guinea en un momento tan delicado?

—Yo he tenido siempre el apoyo sobre todo del presidente de la Federación, el señor Bonifacio Manga, claro que también hemos tenido buenos resultados. Estuvimos en el torneo CEMAC y fue la primera vez que Guinea jugó la final. Vamos a ver cómo caminan a partir de ahora. Después cuando surgió lo de la enfermedad, la Federación me apoyó, la FIFA también al tratarse de razones de salud. Sí que me dolió bastante no recibir un mínimo aliento de parte del Ministerio de Deportes, que me preguntaran al menos cómo estoy.

—¿Le están pagando lo acordado?

—Es ese aspecto y hasta el momento no hay ningún inconveniente, ahora lo que quiero es rescindir el contrato, que me finiquiten y desligarme por completo. Yo tenía un proyecto muy bueno para Guinea Ecuatorial. El deseo era salir campeones en la Copa de África 2012 que organizan conjuntamente con Gabón, pero todo ha quedado truncado por esta enfermedad. Así es la vida.

—Pero el Lobo Diarte no se rinde, ¿no es así?

—No, no me rindo bajo ningún concepto, yo sé de la dificultad que tiene esta enfermedad, pero llevo sangre guaraní y eso me hace fuerte. El rival es bastante desconocido y eso complica más las cosas, pero mis antepasados fueron grandes guerreros, yo también soy un guerrero, aquí estoy para pelear.

—¿Miedo?

—No tengo miedo, yo creo que el miedo lo perdí cuando tenía tres años y mi padre me dio un bofetón bien fuerte.

—Con tanto tiempo que lleva lejos de su familia, ¿tanto le ha influido en el carácter?

—Yo viví en una familia con una madre muy rigurosa que nos incitaba a estudiar y a trabajar. En aquella época Paraguay era un país en plena construcción después de mucho tiempo de guerras y revoluciones. Nosotros crecimos ya con un traje especial para defendernos de cualquier adversario. Fíjate que con 16 añitos ya estaba en primera división y con 19 me vine a jugar a Zaragoza.

—Por cierto, ¿recuerda cómo fue su fichaje por el Valencia? Digamos que entonces era un crack.

—Me acuerdo cuando vine en el 76, hablé con el señor Ramos Costa y el señor Gomar en Zaragoza. Yo tenía ofertas del Madrid y del Barça, pero llegamos a un acuerdo y vine al Valencia.

—¿Por qué?

—Porque el Valencia apareció más frecuentemente por allí, puso mucho más interés, así que no me lo pensé.

—¿Es verdad que Carlos Diarte y Johan Cruyff eran aquel año las dos grandes estrellas del mercado?

—Sí, pagaron 65 millones por mi, casi el doble que por Kempes. En aquella época era una barbaridad. Para mi fue un orgullo.

—Estaba tratando de imaginar cuánto se pagaría hoy por un delantero como Diarte...

—No lo sé, pero seguramente mucho, mira lo que se pagaría por Drogba o por Llorente, que serían el equivalente de ahora.

—Y ahora, en un momento tan difícil, ¿quien ha sido un ídolo de tanta gente nota algún tipo de apoyo especial?

—Bueno, yo no sé si mucha gente sabe lo que tengo, pero no ha habido nadie más que los amigos. Nadie más ha aparecido para intentar darte ese apoyo necesario para seguir adelante, ninguna de las instituciones donde he estado, ni el Salamanca, ni el Betis, ni el Zaragoza y lo voy a decir, tampoco el Valencia se ha acercado a mi para nada. Yo soy más de apoyar a la gente cuando lo necesita, no de prenderle velitas después.

—Se va a molestar mucha gente por eso que comenta.

—Esto no puede molestarle a nadie, la verdad es así.

—Es, con toda su crudeza, lo que se entiende por el día después del fútbol, de ser un ídolo, un tío popular, que sale en todas partes, a ser una persona como cualquier otra, lo que pasa es que a estas alturas ya no le sorprenderá.

—Quizá la gente de a pie te apoya mucho más, hay personas que me han llamado, mayores y jóvenes, me refiero a las instituciones, que en teoría tendrían que ir por delante. Yo realmente tampoco necesito mucho más. Lo llevo muy bien dentro del rigor, sobre todo tengo el temple de mi familia.

—¿Económicamente?

—Bien, la vida me ha tratado bien gracias a Dios, de momento. No sé si mañana tendré que trabajar, pero si me quedan fuerzas lo haré porque entrenar es mi vida. Tengo a mis hijos crecidos, están bien, están estudiando, y eso es una victoria para mi, mi estandarte.

—Y ahora que nombra a sus hijos, ¿ninguno va a ser el continuador de la estirpe del Lobo Diarte?

—Siempre he tenido fe en mis dos hijos, pero tengo la sensación de que siempre hay algún inconveniente con el apellido Diarte, serán manías de la edad.

—¿Inconveniente?

—Pues sí, siempre hay algún handicap, estoy convencido de que si hubiesen llevado el apellido de la madre los dos estarían jugando. El pequeño con 19 años es un jugador soberbio, si él quiere en primer lugar y se le da un poco de libertad creo que puede llegar. Estoy hablando con él para ayudarle en todo lo que pueda, intentar que estudie y que juegue. A ver si tiene esa suerte y sobre todo esa mentalidad ganadora que tiene su padre.

—Pues le deseo mucha suerte en este partido, pero si en su época no había defensa que pudiera con Diarte, este enemigo no sabe dónde se ha metido.

—Gracias. Yo pienso que lo que no hay que perder jamás es el humor. Fíjate, me pasé media vida peleando con las defensas y ahora lo que más necesito para vivir es precisamente tener muchas y muy buenas defensas. La vida...