La Premier League también sigue de cerca los pasos del bosnio desde hace tiempo. Ejemplos hay varios. En diciembre de 2008, tal y como reconoció públicamente el propio futbolista, el Wigan ofreció más de cuatro millones de euros por su traspaso, pese a que acababa contrato con el Lokomotiv solo seis meses después. Y hace un año, fue el mísmisimo Arsene Wenger quien apostó por su contratación. El técnico del Arsenal, gran conocedor del fútbol galo, pidió abiertamente su fichaje.

La negociación entre los dirigentes gunners y los del Montpellier se fue rápidamente al garete por las exigencias económicas de estos últimos. Nicollin, presidente de la entidad gala, le tasó en 25 millones de euros, e, incluso, llegó a afirmar que valía «tres veces lo que Koscielny», a quien había firmado el cuadro londinense del Lorient, solo unos meses antes, por 8,5.

La fallida operación llevó al Arsenal a buscar otro defensa zurdo en el mercado el verano pasado. Curiosamente, acabó firmando al sevillista Squillaci, al que ahora busca relevo Monchi, después del pobre rendimiento ofrecido por el ex valencianista Alexis —por el que pagó 5 millones— durante la última temporada.