Prohibido cometer errores no forzados. Era la máxima en un partido de la exigencia del de anoche en Stamford Bridge. Lo repitieron una y otra vez los técnicos durante toda la semana. Los pequeños detalles iban a marcar la diferencia y eso fue finalmente lo que condenó al Valencia. No hizo falta que los Drogba, Sturridge, Mata y compañía impusieran su calidad en tanque. No dio tiempo. Tampoco importó. Fue la defensa de Emery la que, a diferencia de otros partidos, hizo demasiadas concesiones. Contra un equipo como el de Villas-Boas, dos regalos son muchos. Tantos que sirvieron para, en los primeros veinte minutos de juego, convertir en imposible la remontada —el Chelsea se replegó atrás esperando a la contra para matar el partido— y para quedar apeados de la Champions League. Con errores defensivos como los de Barragán, Rami y Víctor Ruiz es imposible ser competitivos en la Liga de Campeones.

El propio Mata lo reconocía al final del partido. El primer tanto de Drogba, cuando sólo se habían cumplido tres minutos de juego, condicionó el partido y fue determinante en el resultado final. El asturiano reconoció que en el vestuario ´blue´ hablaron de salir muy fuertes y darle mucha intensidad al partido en los primeros minutos. Lo malo es que no hizo falta esperar a esa salida en tromba del Chelsea. La línea de cuatro, ayer formada por Barragán en el lateral derecho, Rami y Víctor Ruiz en el centro de la defensa y Jordi Alba en el carril izquierdo, se atropelló a sí misma con dos errores no forzados que tanto Drogba como Sturridge supieron aprovechar. El Valencia dio síntomas de esa fragilidad mental con la que empezó el partido en el primer minuto. Una pérdida de Jordi permitía el primer disparo de Meireles. Era un síntoma. Un aviso de lo que más tarde, sólo dos minutos después, iba a pasar. La defensa blanquinegra, tan reforzada de moral en los últimos partidos de la Liga, se vino abajo como un castillo de naipes de forma inexplicable. ¿Faltó intensidad? ¿Falta de concentración en los primeros minutos? ¿Pudo la presión de un ambiente como Stamford Bridge y un equipo como el Chelsea? Fuera lo que fuera, lo cierto es que el Valencia empezó a regalar el partido en el minuto 3. Barragán cayó en el área, permitió el control de Juan Mata y no encimó a Drogba para impedir su disparo. Tampoco Rami llegó a tiempo a la ayuda. Un centro al área que parecía inofensivo se había convertido en el primer gol del Chelsea. El error todavía dolía más al ver la reacción del equipo. Con más posesión que el Chelsea en el centro del campo y con llegadas a portería de Jordi Alba y Albelda desde la frontal.

Dolió el primer gol, pero mató el segundo. Sobre todo porque fue otro error no forzado. Otro balón que parecía no tener ningún peligro se convertía en gol. Barragán y Rami perdieron la posición y Víctor Ruiz cerró mal. Tan mal que perdió la ventaja que tenía en la carrera con Ramires y se vio superado por el ´blue´, que le ganó la partida y batió a Alves por abajo. El partido se había puesto cuesta arriba, por no decir imposible, en el minuto 22 por culpa de dos errores puntuales no forzados. El Valencia había salido con ritmo arriba, con posesión —era de un 66% en el minuto 23 por los 34% de los ´blues´—, con oportunidades, pero de nada sirvió. Los errores infantiles de la zaga condenaban al equipo y le ponían en bandeja al Chelsea el pase a los octavos de final. Villas-Boas replegó al equipo y jugó a su antojo a la contra. Tenía el partido donde quería. Incluso pudo permitirse el lujo de dar consistencia al centro del campo dando entrada a Obi Mikel por Ramires. Drogba avisó ganándole la partida en carrera, esta vez a Rami. El balón se fue rozando el palo a la primera, pero no a la segunda. El costamarfileño recogió un pase interior entre los dos centrales y volvió a batir a Alves con un toque sutil. Sí, el equipo murió en Champions, pero no le asesinó el Chelsea. Ayer fue más un suicidio no forzado.