Después de dejar fuera a Peter Crouch y a otro buen puñado de titulares, Tony Pulis tuvo que desmentir que su equipo haya decidido tirar la eliminatoria. «El Stoke será un enemigo tan competitivo o más que en el partido de ida», aseguró el entrenador galés. Las sensaciones son absolutamente contradictorias. Por un lado está la marciana convocatoria de los ingleses, con sólo 14 jugadores de la primera plantilla y dos chicos de los Reservas (Lucas Dawson y Michael Clarkson). Y por otro, las declaraciones de los futbolistas, que hablan de dar el campanazo.

Antes de poner rumbo a Valencia Cameron Jerome dejó claras las intenciones de los Potters: «El Valencia es favorito, pero el resultado deja abierta la eliminatoria, sólo necesitamos un gol y con esa mentalidad jugaremos». Los ingleses saben que un descuido o una acción a balón parado les sirve para igualar la contienda.

Además, Pulis se ha encargado de proclamar que después de meterse en los cuartos de FA Cup, el reto es volver a la fina de Wembley y que la prioridad es recuperar el pulso en la Premier, donde llevan cuatro derrotas seguidas y sus próximos rivales, Swansea y Norwich, se mueven en sus mismas coordenadas. Todo el asunto huele a encerrona para los valencianistas. Sobre todo porque, pese a la lógica merma en sus recursos, el equipo que presentará en Mestalla es igual o más fuerte que el de hace una semana en el Britannia. Shotton es mejor que Wilkinson, por ejemplo.

Repetirán Pennant, Huth, Delap, Begovic y Palacios. Cambian algunos nombres, pero no el perfil o la cuota de talento. Los sustitutos son igual de malos o igual de buenos.

Unai Emery hizo bien en insistir en que no hay nada sentenciado. No debe haber exceso de relajación y el Valencia lo sabe. Pulis ya lo dejó claro en la ida, le va la marcha. Las quejas, las protestas y la confusión forman parte de sus armas. El Stoke se crecen cuando no cuenta para nadie, se siente más cómodo como tapado. La cortina de humo: mejor aprovecharla que crearla.